Exposición: «Quessada. Sociedade e represión». Ourense
Inauguramos la exposición «Quessada. Sociedade e represión» en la Sala de Exposicións Afundación de Ourense, una gran oportunidad para conocer de cerca al gran Xaime Quessada en una imponente relación de obras de diferentes colecciones públicas y privadas, sobre todo, de la propia Colección de Arte Afundación. Puedes visitarla hasta el 4 de marzo de 2018.
A punto de cumplirse el décimo aniversario del fallecimiento de Xaime Quessada Porto, inauguramos una muestra con su obra en Ourense, ciudad natal del artista, de la mano de la Fundación Xaime Quesada Blanco. Difundimos su legado artístico para recordar su aportación a la historia del arte de Galicia y recuperar la memoria de su compleja personalidad pictórica así como de su sentido de la solidaridad y su compromiso social como ciudadano.
Ourense, el espacio vital en el que Xaime Quessada proyectaba todo su dinamismo artístico y cultural, estuvo siempre presente tanto en su actividad pictórica como en sus diversas iniciativas en el mundo del arte. Su trabajo como artista tenía para él un sentido universalista que lo llevó a viajar incansable por el mundo, buscando la conexión con las tendencias estéticas de cada momento, pintando y exponiendo al tiempo que comparaba su pintura con los rasgos plásticos que predominaban en el escenario artístico mundial. Después de cada aventura pictórico-expositiva, ya fuera en París, Bruselas, Ámsterdam, Copenhague, México, Nueva York o Madrid volvía siempre a Ourense para ofrecer su obra y mostrar el camino estético por el que transitaba en cada etapa de su recorrido artístico.
Desde sus primeras muestras en el Liceo y las Salas de Exposiciones de la Organización Juvenil durante el primer lustro de los años cincuenta, fueron numerosas las exposiciones celebradas en el Ateneo, en el Museo Arqueolóxico, en el Museo Municipal, en la Galería Souto, en la Caja de Ahorros, Expourense o en las salas del entonces Centro Social Caixanova. Ourense fue también centro de diversas aventuras artísticas, entre las que podemos mencionar el homenaje a Vicente Risco, que propuso al regreso de un viaje de exposiciones por Europa en junio de 1963; la creación del grupo «El Volter» junto a Acisclo Manzano y José Luis de Dios o la formación del grupo «7 artistas galegos», que recorrió la geografía española exponiendo y contribuyendo a la renovación del arte gallego y a su incorporación a las corrientes estéticas que dominaban la plástica contemporánea en las décadas centrales del siglo XX.
Hoy su presencia artística y la memoria de su generosidad con Ourense sigue viva en diferentes espacios públicos de la ciudad. Sirvan como ejemplo las esculturas del Barbaña y las Escultupinturas del Campus Universitario, realizadas en colaboración con su amigo el escultor Acisclo Manzano, los murales del Hospital Santa María Madre, la bóveda del Teatro Principal, los muros de la cárcel de Pereiro de Aguiar, pintados con Vidal Souto y Alexandro, o su escultura O Mouchiño, en homenaje a diferentes personalidades de la historia social de la ciudad. También algunas de las obras más significativas de sus primeras etapas forman parte de la colección de arte del Museo Arqueolóxico y del Museo Municipal; uno de estos cuadros, O ditador, estuvo expuesto de manera permanente en el Auditorio de la ciudad. El pasado mes de noviembre la Fundación Xaime Quesada Blanco cedió un número importante de obras para contribuir a humanizar los diferentes espacios del nuevo hospital de Ourense.
Por su parte, las instituciones de la ciudad, el Ayuntamiento y la Deputación Provincial correspondieron a la generosidad de Quessada distinguiéndolo en el 2009 como hijo predilecto. Ahora, en el décimo aniversario de su desaparición y 65 años después de su primera exposición en Ourense, algunas instituciones vuelven a aunar sus esfuerzos para recordar su aportación a la historia cultural y artística de Galicia. La Sala de Exposiciones Afundación, que en 2006 fue sede de su última muestra en la ciudad, acoge en las mismas salas que entonces compartió con la obra de su hijo Xaime una selección de obras diseñada desde la vertiente testimonial y comprometida del pintor y con la mirada puesta en la especial preocupación por la defensa de los derechos humanos que manifestaría a lo largo de toda su vida.
La creación intelectual y artística generó en toda la historia de la cultura, sobre todo en el siglo XX, un permanente debate sobre la función del arte y sobre la relación entre el artista, su obra y el mundo que le rodea. Las preocupaciones éticas y sociales aparecen reflejadas con mayor fuerza en algunos artistas, como es el caso de Xaime Quesada Porto, un pintor profundamente comprometido con su tiempo histórico que dejó huella de su particular visión sobre valores éticos de carácter universal, derechos humanos, solidaridad y pacifismo al tiempo que denunciaba la intolerancia y los horrores de las guerras, la pena de muerte y la tortura, la miseria y el hambre. En coherencia con el recorrido vital y artístico del pintor, esta iniciativa se propone resaltar aquella parte de su obra pictórica, quizás menos conocida desde el punto de vista de la divulgación, que aparece comprometida social e intelectualmente con el mundo de su tiempo desde una perspectiva gallega y universal.
Habida cuenta la magnitud y la gran multiplicidad estética de su obra, optamos por dejar de lado sus incursiones en el territorio de la abstracción, el informalismo o el arte conceptual para centrarnos en el amplio universo figurativo que el pintor frecuentó. Nos encontraremos pues ante una obra que va desde el expresionismo y el postcubismo a los rasgos surrealistas, el Pop Art, el Op Art y la nueva figuración o neoexpresionismo, que en ocasiones realizaba como homenaje a aquellos que siempre consideró como sus maestros y de los que recogió influencias estéticas que después transformaba con las aportaciones propias de sus rasgos pictóricos, de su sentido cromático o de los complejos espacios compositivos que conformaban sus cuadros. Quessada reconocía sin complejos la influencia de Goya, Picasso o Bacon, consciente de que la historia del arte es el producto de una constante relación dialéctica entre tradición y renovación, continuidad y cambio en el tiempo, todo lo cual configura las tendencias estéticas dominantes en cada momento de la historia.
Los óleos, técnicas mixtas y grabados conforman una exposición en la que se muestra la diversidad de caminos estéticos del artista ourensano. Las obras representan un compendio de todas las obsesiones éticas de Quessada y suponen un recorrido memorialista por acontecimientos y secuelas sociopolíticas que convulsionaron el mundo en el siglo XX. La muestra parte de varios cuadros de los primeros años sesenta de corte expresionista como Noaia y Personaxes. De esa misma década son Vietnam o los dos Holocaustos, estos últimos de rasgos marcadamente cubistas, los pequeños «guerniquitas» como le gustaba llamarlos, pintados como «un homenaje personal a Picasso». Son los óleos de gran complejidad compositiva en la que predominan los tonos grises, blancos y negros, salpicados de leves manchas rojas que intensifican el sentido dramático de los seres desesperados que con sus rostros y extremidades claman ante la injusticia y gritan de impotencia ante la violencia de la guerra o de la represión.
En los primeros años setenta pinta una serie de obras de gran repercusión. Estéticamente identificadas con el que algunos críticos denominaban «nueva figuración», que no era sino una corriente neoexpresionista que lo emparentaba con Francis Bacon, nos sitúan en un tiempo histórico de gran compromiso político del pintor. Con Morte nas Pías (1973) los acercan a los acontecimientos que convulsionaron la vida de Ferrol y de Galicia en marzo de 1972. Esta obra difícilmente clasificable se nos muestra como producto de una simbiosis estética. Enmarcada por elementos geométricos reconocibles en las obras abstractas de Quessada, la acción, el contenido y el tratamiento de la figura humana la sitúa en la órbita del expresionismo neofigurativo. Los efectos ópticos que percibe el espectador son como una seña cromática al Op Art; el predominio de los tonos pastel de azules, verdes y amarillos, con leves manchas rojizas la acercan a la personal forma de entender la estética Pop, aunque con más carga crítica y política, como reconocía el mismo pintor. Los seres humanos emergen en el cuadro sometidos a la violencia de la represión y, desaparecidos, pierden su individualidad al tiempo que las formas se convierten en masas corpóreas para evitar la referencia directa a los muertos del 10 de marzo y extender el drama al conjunto de la clase obrera.
Similares conceptos compositivos y estéticos, pero con propuestas cromáticas diferentes, encontramos en Pop ficción (1973) o en Chile, Chile (1974), referencia directa al golpe de estado de Pinochet y a la represión que desencadena sobre la sociedad chilena. En cuadros como Incomunicación o Cientología mantiene formas expresivas similares para denunciar la tortura o la mecanización que invade la sociedad, para «sensibilizarnos ante el aislamiento individual y colectivo que genera la opresión de un sistema social alienante» que convierte al hombre en un ser acrítico.
En un segundo bloque de pinturas nos encontramos con los títulos de la Serie Negra, que en algunos casos guardan un lejano parentesco estético con el Goya de los Desastres de la Guerra y en otros con el Picasso del Guernica. Es una serie que da testimonio de los campos de concentración del nazismo como en Auschwitz o Treblinka; del horror de la guerra en La Madre; de alegación contra la pena de muerte en Al alba o El garrote; de la represión franquista en títulos como A Julián Grimau, Réquiem en el penal de Burgos, Carabanchel o El TOP (Tribunal de Orden Pública), con las que ilustra el aparato jurídico de la dictadura como instrumento de represión de los derechos humanos durante el franquismo. En estas técnicas mixtas "podemos apreciar el tratamiento que el pintor da a la figura humana y el dramatismo de unos rostros que muestran el aterrador grito de la injusticia que lanzan encima del espectador. Las víctimas son el centro y el único referente de unos cuadros en los que el color negro domina porque representa la negra noche del franquismo y de todos los horrores de nuestro tiempo. La agresividad cromática del negro se contrapone a la blanca luminosidad de los rostros y se agudiza con ligeras manchas rojizas y con finas tonalidades ocres que salpican los cuerpos de hombres solos ante su ejecución, incluso sin la presencia física de sus verdugos, en una aterradora soledad ante la muerte. En otras pinturas son las madres las que gritan su lucha o lloran su desesperación ante la violencia irracional que provoca la muerte de sus hijos indefensos. Todas ellas son obras que convulsionan nuestras conciencias y nos invitan a una reflexión negativa sobre la condición humana, capaz de crear imágenes reales de violencia y terror difícilmente comprensibles para la razón.
De finales de los años setenta son los grabados realizados al aguafuerte o punta seca de la serie Imagen surreal de Galicia, presentes también en la muestra. Las imágenes recogen episodios de la historia de Galicia desde la antigüedad incluso el final del franquismo o rememoran figuras históricas como Roi Xordo, referencia a la resistencia de los irmandiños, o Castelao como homenaje al galleguismo republicano. Su visión de nuestra historia muestra su coherencia ideológica aun siendo consciente de que nos ofrece una fusión entre leyenda y realidad histórica, como "un desorden ordenado" que él mismo explicaba en la introducción a la edición en offset que realizó para la editorial Akal -Le llamo surreal a la imagen no por ser un mecanicismo psíquico, sino por latir los contenidos de la imagen por debajo de la objetiva realidad- En las imágenes de este libro los mitos y la lírica legendaria marchan paralelos a la épica libertaria de mi país en su lucha de clases que fue y sigue a ser mucha-.
En el período entre siglos, Quessada volvió a sentir la necesidad de plasmar en su trabajo el horror de la guerra y las secuelas de destrucción, miseria y desolación que los focos de conflictividad bélica dejan tras de sí. De esta misma época y relacionadas con la explosión memorialista que invadió el escenario social, historiográfico e intelectual español, son las pinturas que forman una serie sin finalizar que recoge varias obras bajo la denominación Laberinto español cuyo contenido recrea en parte la serie negra aunque con formato, técnicas y sentido cromático diferentes de la original. Próximo y a la vez alejado del Picasso del Guernica o del Goya de Los Desastres de la Guerra y El 2 de Mayo, Quessada vuelve a homenajear a sus maestros en una suerte de mestizaje estético indudablemente quessadiana.
José Gómez Alén, Quessada. Los Derechos Humanos. Testimonios, catálogo exposición Parlamento Europeo, Estrasburgo, 2007.