Concierto REAL FILHARMONÍA DE GALICIA en Vigo
Director: Paul Daniel
Piano: Josu de Solaun
24 NOV | 20.00 h
Duración aprox. 1 h 10 min (sen pausa)
EN TRÁNSITO
DORA PEJAČEVIĆ (1885-1923)
Abertura en re m, op. 49. (Estrea en España)
FRANCIS POULENC (1899-1963)
Sinfonietta, FP 141
Allegro con fuoco
Molto vivace
Andante cantabile
Finale: Prestissimo et tres gai
SERGUÉI PROKÓFIEV (1891-1953)
Concerto para piano núm. 2 en sol m, op. 16
Andantino
Scherzo: Vivace
Moderato
Finale: Allegro tempestoso
NOTAS AL CONCIERTO
Serguéi Prokófiev (1891-1953)
Concierto para piano núm 2 en sol menor, op. 16
Prokófiev era un estudiante rebelde de 21 años cuando escribió su Segundo Concierto para piano, durante las vacaciones de invierno en el Conservatorio de San Petersburgo. La partitura fue dedicada a la primera persona que escuchó el concierto, su mejor amigo Maximilian Schmidthof, quien se suicidó ese mismo año dejándole una nota de despedida. En la música, Prokófiev procuró evocar emociones oscuras y hondas que se intensifican a medida que crece la participación de la orquesta resultando una de las obras sinfónicas para piano más difíciles y fascinantes del repertorio. Aun la crítica realizada el día del estreno, con la interpretación del propio autor, dijo que dejó a los oyentes “helados de miedo, con los pelos de punta”. El concierto, muy exigente técnicamente para el solista, se desarrolla en cuatro movimientos, en vez de los tres tradicionales y se inicia con una introducción mesurada del clarinete y las cuerdas, tocando pizzicato para abrir la puerta a la primera declaración del piano. En la mitad del movimiento, la orquesta guardia silencio mientras el solista retoma la melodía inicial, comenzando así la monumental cadencia que se vuelve cada vez más virtuosa en su figuración, hasta que en el momento más disonante la orquesta vuelve a entrar con una fuerza aterradora. El movimiento finaliza cuando el solista toca un eco fantasmal del tema inicial. El breve Scherzo es un perpetuum mobile que requiere de la máxima velocidad del solista, que solo tiene unos pocos compases para descansar mientras la orquesta empieza el tercer movimiento, una marcha grotesca que parece al mismo tiempo extrañamente cómica y aterradora a manera de burla sobre su opresivo entorno. El último movimiento asoma como un remolino vibrante de color y virtuosismo, pero tras el caos inicial, Prokófiev revela una melodía introspectiva y melancólica que lleva a un mundo íntimo y soñador. El segundo tema tiene un inconfundible sabor ruso, quizás descendente del Bydlo (carro de bueyes) de Cuadros de una exposición de Mussorgski.
Una extensa coda conduce a una versión torcida y fragmentada del tema lírico. Tras un instante de reflexión, regresa la locura de la apertura y el movimiento finaliza con un alucinante esfuerzo para piano y orquesta.
Dora Pejačević (1885-1923)
Abertura en re menor, op. 49
Nacida en el seno de una familia de la aristocracia croata, Dora Pejačević comenzó en la música de niña en Budapest con el organista Károly Noseda, prosiguió sus estudios en el Instituto Musical de Zagreb y, posteriormente, en Dresde y Múnich, donde se formó en composición, contrapunto y violín. Culta, curiosa, enérgica e independiente, Pejačević fue autodidacta en muchos aspectos y entra en contacto con la élite intelectual de la época, lo que le permite desarrollar su talento artístico hasta ser considerada una pionera en la composición en Croacia y una de las compositoras importantes de principios del siglo XX. Su catálogo incluye canciones, piezas para piano, música de cámara y obras orquestales en un lenguaje romántico tardío, enriquecida con armonías impresionistas, magníficos tonos orquestales y ecos ocasionales del folclore eslavo que convirtieron a Dora en una verdadera representante europea del fin de siglo, desarrollando su obra en paralelo a las tendencias modernistas europeas en la literatura y al Art Noveau en las artes visuales. Tras la muerte de Pejačevic, su obra se olvidó y fue redescubierta en la década de 1980 por las investigaciones de la musicóloga croata Koraljka Kos, quien definía la creatividad de la compositora como un sismógrafo capaz de responder al más sutil de los estímulos. Las obras de madurez de la compositora estaban condicionadas tanto por su entusiasmo por la música de Wagner como por su propio dominio magistral y virtuoso de los instrumentos para los que componía. La Abertura en re menor (1919) es música vigorosa aunque bucólica y optimista; interrumpida, a veces, por un afluente beethoveniano que puede evocar a la Abertura Egmont, a la turbulenta Primera Sinfonía de Enescu o a la explosiva Abertura de Concierto de Szymanowski, pero sin la orquestación, a menudo asfixiante, de esas primeras obras. La partitura recoge las huellas de una deliberada búsqueda de una expresión y lenguaje musical de por sí, y una música profundamente experimentada y formalmente magistral.
Francis Poulenc (1899-1963)
Sinfonietta, FP 141
Como Dora Pejačević, Poulenc pertenecía a una familia de buena posición que le proporcionó una exquisita educación, pero que nada pudo hacer contra su irrefrenable vocación musical. Después de la muerte de sus progenitores, a los 18 años, Poulenc persiguió su sueño y procuró la guía de Satie y su grupo. En 1917, pasa a formar parte del colectivo que hizo famoso el crítico Henri Collet, The Six, cuyos integrantes -innovadores en el ritmo, el tono y la textura y distantes del denso romanticismo tardío- luchan por una noticia estética, combinando los logros pasados con la frescura del jazz estadounidense, la danza brasileña y el vodevil francés. Poulenc escribió influenciado por Satie, Prokófiev, Maurice Chevalier, Stravinski, mismo por el music-hall para crear un estilo propio reconocible en sus colores brillantes, la energía rítmica clara y precisa y una hermosa armonía diatónica. En su catálogo son pocas las páginas sinfónicas o concertantes alejado de la grandilocuencia y de las longitudes inútiles. El origen de la Sinfonietta -una de esas piezas escondidas en la penumbra, pero que representa uno de los mayores éxitos del compositor- tiene lugar en 1947, cuando trabajaba en una obra de cuerda para el Cuarteto Calvet y se entera de que la instrumentación no es apropiada pues necesitaría un oboe, una trompa y un clarinete. El encargo de la BBC de una obra sinfónica con motivo del primer aniversario de su Third Programme le permite recuperar e integrar esos temas descartados del cuarteto (además de otras citas de Aubade, el Concierto para órgano o la cantata Figure humaine) en una partitura que finaliza en septiembre y estreno en octubre de 1948. De estructura tradicional, la Sinfonietta es una sinfonía con un patrón externo de cuatro movimientos que parece detenerse más en el carácter musical y en la orquestación que en la forma sinfónica. Montón de encanto, ingeniosa, ligera y directa, parece un juego de claras referencias a Haydn, Mozart, Stravinski, Chaikovski, mezcladas con temas propios del vodevil, música popular y ritmos de baile como el Allegro con fuoco que comienza con un vigoroso episodio de inequívocos ecos stravinskianos para dar paso a uno de esos motivos ligeros y melancólicos tan inherentes a Poulenc, cuya elegancia melódica domina el breve Molto vivace. A modo de scherzo ternario, su ritmo de tarantela y su flexibilidad tímbrica, protagonizado por los vientos, lo vinculan con el tono galante y neoclasicista del final de Les biches. Movida por los pizzicatos de las cuerdas, una melodía pastoral de las maderas, que parece mirar furtivamente hacia Brahms, introduce el lírico Andante cantabile, sosegado y fluido, adquiere aires románticos en la sección central y abre camino a un último movimiento colorido, vital y energizante, el Finale que se presenta con un enérgico latido que regresa a Stravinski para finalizar referenciando el final de la Pequeña serenata nocturna de Mozart y un brillante atrevimiento con resonancias de cabaré parisino y llegar a una desenfadada conclusión.