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El caballo, al galope, estira el pescuezo, encoje las manos, e inicia un salto; el jinete, desnudo, levanta la bandera que ondea en el aire. El artista fija el movimiento del caballo en una postura de transición entre una acción y la siguiente, captando el instante. Lejos de todo convencionalismo, simboliza el espíritu emprendedor de la ciudad. Esta escultura y su compañera coronan el edificio del Centro Cultural Caixavigo, proyectándose hacia el vacío de la calle de forma espectacular.