JUAN OLIVEIRA

Es en su infancia cuando el artista comienza a montar a caballo, animal que se convertirá en motivo y símbolo de su trabajo escultórico. Inicia Ingeniería Industrial en Madrid, pero abandona para dirigir en Galicia durante tres lustros la empresa familiar de fabricación de galletas; durante este periodo será presidente de la Cámara de Comercio y vicecónsul de Portugal en Tui, labores que compaginará con una destacada trayectoria como criador de caballos y jinete. Su relación con el arte se limita a su amistad con escritores y artistas como Eliseo Alonso y Xavier Pousa, quienes influirán en su futura dedicación a la escultura. A finales de los sesenta, realiza sus primeros ensayos como escultor, de manera autodidacta, a raíz de una curiosa anécdota con un artista que estaba modelando uno de sus caballos. De este modo, surge Juan Oliveira, el artista, en 1969; ese mismo año recibe la medalla de bronce en la primera edición de la Bienal de Pontevedra y al año siguiente consigue la medalla de oro en el mismo certamen. Concurre a otros certámenes fuera de Galicia y comienza su serie de exposiciones individuales en la galería Ramón Durán de Madrid, en 1970. A lo largo de su trayectoria, exhibirá su obra en España, así como en otros países de Sudamérica. Ha realizado destacadas piezas monumentales en ciudades como Vigo, Tui, Lalín, Baiona, Madrid o Menorca; su obra más ambiciosa y más lograda será Caballos (1991), colocada en la plaza de España de Vigo. El reconocimiento definitivo en su tierra natal le llega en 1990 con la muestra en Vigo, dentro de la serie Grandes Artistas Gallegos, y en 2001, la Xunta de Galicia le concede la Medalla Castelao.

Con un afán innovador y un amplio conocimiento del mundo equino, le confiere un protagonismo al caballo hasta ese momento inusitado, y se sirve del bronce y de la fundición a la cera perdida, que suponen una ruptura frente a la talla directa y el empleo de piedra o madera, para retratarlo y captarlo en movimiento. Asimismo, rompe con la frontalidad tradicional y resulta fundamental la aparición del hueco como elemento progresivamente activo en su trabajo. Sintetiza y estiliza la morfología conforme avanza su trayectoria y la lleva a la pura esencia. El juego de volúmenes rotundos con angulosidades, oquedades y acabados resulta fascinante. Además del universo ecuestre, protagonista de su trabajo, en su obra aparecen temáticas -siempre llenas de dinamismo- vinculadas al deporte y a otros animales como perros, gallos o toros. 

En la Colección Afundación hallamos un grupo de cinco trabajos escultóricos en bronce de su temática predilecta. Dentro de la escultura monumental, su obra más característica, hallamos dos piezas que coronan el actualmente denominado Teatro Barbón, Empuje y Hacia delante. Ambas están formadas por el binomio jinete/caballo, y en ellas sobresale la espectacularidad y el simbolismo del instante captado. También hay lugar para sus características figuras de menores dimensiones: en Espiral -que forma parte del proyecto de investigación que culminó en su célebre monumento de la plaza de España- destaca la gran sensación de dinamismo de la pieza, así como el contraste entre el realismo de los caballos (en bronce negro con un acabado perfecto) y la abstracción del terreno que ascienden (de aspecto abrupto y patinado en verde en alusión a la naturaleza). Salto refleja su gran capacidad de síntesis y abstracción, igual que Pegaso, donde el juego de volúmenes dota a la pieza de una particular ingravidez y dinamismo.