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La materia y la ausencia de color son los protagonistas de esta obra donde el pensamiento puede deslizarse a través de un desierto imaginario hasta un oasis violeta habitado por una palmera triste y solitaria.
En esta tela los grises no son planos, otorgan textura y relieve a la superficie conseguida a partir de materiales áricos con los que crea una obra en la que pretende ir más allá de lo estético y establecer conexiones entre el mensaje y la materia.
La imagen del desierto es controvertida. Asociado con la soledad y la desolación, el desierto es la nada pero, al mismo tiempo, implica la realidad de un espacio físico casi inviolado, puro, sin contaminar por el hombre civilizado. La masa de grises que predomina en la obra funciona como transmisora de las emociones y de los sentimientos, el color del equilibrio consigue condensar toda la riqueza de sensaciones y significados.