Comentarios
Con dibujo seguro y grandes dotes de observador reproduce una escena representativa de un oficio de gran abolengo en Galicia, las "palilleiras", que hacen encajes conocidos con el nombre de "encajes de Camariñas" aunque no haya sido este pueblo el único centro de producción. Según Otero Pedrayo este oficio, de procedencia italiana, fue introducido por los siglos XVI o XVII en la Comunidad gallega. El pintor nos sitúa dentro de la casa en el lugar en el que se reunían a "palillar" las mujeres, que aparecen sentadas en el suelo con los pies descalzos, delante de unos bancos en los que apoyan las almohadas sobre las que hacen la labor. Con un encuadre fotográfico nos acerca a una joven que realiza el trabajo siguiendo el dibujo del encaje hecho en un cartón y picado con alfileres en los sitios en que se han de cruzar los hilos. Otra de las mujeres interrumpe la labor para atender a la que, de espaldas a nosotros, con un gesto que parece que se sale del cuadro, observa el encaje acabado, levantándolo en el aire para ver su calidad, en una escena abierta al fondo al paisaje, alejada de cualquier arquetipo, en la que la puesta en escena del motivo, recuerda a las Hilanderas.