BONOME

Inicia su formación como tallista muy joven, en los talleres de imagineros de su ciudad natal, y posteriormente trabaja con Francisco Asorey. Pronto destaca por su habilidad y buen concepto, trabajando en madera tipos populares y escenas que trascienden el folklorismo a que responden. Hacia 1920 se traslada a Madrid para completar su formación, apoyado por el novelista Pérez Lugín, autor de La Casa de la Troya, y por el crítico más en boga, José Francés. Participa con éxito en la Exposición Regional de Arte Gallego, celebrada en la capital de España en 1924, y ese mismo año celebra su primera exposición personal, también en Madrid, en el Centro de Galicia. Concurre a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1924 y 1926. Viaja a París, Londres y Nueva York. Es notable su aportación a la muestra «L´Art Espagnol Contemporain», celebrada en la capital francesa en 1936. Concluida la guerra civil española se traslada a definitivamente a Francia y fija su residencia en un pueblo de Normandía. Está representado en diversos museos gallegos, principalmente en el de Lugo, así como en el de Ciudad Real y otras ciudades francesas. Bonome talla directamente la madera, con golpes de gubia muy efectivos, consiguiendo grupos y escenas, en general de pequeño o mediano tamaño, expresivos, sentidos, de aquilatada estilización, sin que se desprende por completo del realismo que preside toda su obra. Un cierto misticismo se incorpora a sus personajes, de rostros y atuendos angulosos, muy identificados con la imaginería tradicional y un tanto dramatizados, como corresponde a ese concepto del arte corpóreo. En cierto modo, acusa semejanzas con Acuña y otros escultores gallegos. Piezas notables de su mano son O Meigallo, en el Museo de Lugo, La ciega de la guitarra, El entierro, Embrujamiento y La mujer del marinero. Espléndido de carácter es su busto, fundido en bronce, del marqués de Alcedo, que conserva el Museo de Vigo. No quiso innovar, despreciando estéticas que han conformado la escultura contemporánea, aunque sin duda es muy estimable desde la tradición más acreditada, a la que incorpora su personalidad evidente.