Virgen del Rosario
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Siguiendo la tendencia de sus retratos de personajes históricos, como Valle Inclán o Camilo Díaz, en los que alarga el canon de las figuras, el cuerpo estilizado de la Virgen describe una trayectoria ascendente, acentuando la sensación de espiritualidad de la obra. El rostro y las manos son enjutas, es una mujer mayor, de rostro ajado y envejecido.La superficie del cuerpo, cubierto con un manto, un hábito casi monástico que solo deja al descubierto sus manos y su rostro, está desbastada con una talla fuerte, de cortes profundos que describen planos de largo recorrido de la gubia, ofreciendo un aspecto geométrico, casi abocetado, a la obra. El único elemento decorativo se limita a la doble incisión que adorna la parte inferior del hábito que parece una herencia del traje popular gallego. La basa presenta una talla más minuciosa y delicada.
Se percibe austeridad en la Virgen cuyo rostro y manos se conciben en un tono claro, diferente al del paño oscuro de pliegues duros y cortantes. Sus facciones son realistas, detallando las arrugas de una mujer mayor, la nariz afilada, los pómulos marcados, la mirada baja y cansada. Las manos, definidas con minuciosidad , parecen garras sujetando el Rosario. La sensación final que despide la obra es de un gran ascetismo, de una religiosidad sentida e intimista, exenta de retoricismo, de populismos y de ornamentación innecesaria.