Afundación celebra en A Coruña su programa intergeneracional «Fálame da emigración»
Afundación, la Obra Social de ABANCA, ha puesto en marcha la tercera edición de su programa «Fálame da emigración» en el que mayores voluntarios y alumnas y alumnos de centros escolares de toda Galicia dialogarán sobre vivencias en la emigración. La iniciativa se enmarca en la línea estratégica «El valor de la experiencia», del Área de Envejecimiento Activo de Afundación, que tiene como objetivo ampliar las oportunidades de participación y de contribución social de las personas mayores, aprovechando su talento y su experiencia vital y profesional, a través de programas intergeneracionales y de voluntariado, que beneficien a otros grupos de la sociedad.
El lunes 16 de abril, a las 9.30 h, y el martes 17 de abril, a las 12.25 h, se celebrarán dos encuentros en el Colegio Salesianos San Juan Bosco de A Coruña de 9 voluntarios y voluntarias del Espazo +60 Afundación de A Coruña con alumnos y alumnas de 3.º de ESO del centro educativo. Los socios contarán sus experiencias como emigrantes en países como Brasil, Canadá, Francia o República Dominicana.
Esta tercera edición del proyecto «Fálame da emigración» se desarrollará en centros escolares situados en las localidades donde Afundación, la Obra Social de ABANCA, tiene un Espazo +60 —las siete principales ciudades gallegas y en otras cuatro poblaciones (Viveiro, Betanzos, Pontedeume y Monforte)—, con la participación de estudiantes de eso. El programa está abierto a todos aquellos institutos que quieran participar en el proyecto, con la incorporación continuada de nuevos voluntarios y voluntarias que han vivido la experiencia de la emigración.
EL DESARROLLO DE LOS ENCUENTROS
«Fálame da emigración» se articula a través de dos encuentros intergeneracionales, a los que precede una fase de preparación por parte del alumnado y de los mayores. Los primeros, a partir de una guía didáctica y material de apoyo documental aportados por Afundación, trabajan sobre el contexto social e histórico de la emigración gallega, mientras que los segundos construyen el relato de sus historias de vida y preparan las sesiones en los centros escolares. En el primer encuentro, que ya ha tenido lugar en este instituto, los mayores cuentan sus experiencias en la emigración y dialogan con los estudiantes. En el segundo encuentro, tras investigar sobre la historia de sus propias familias, los jóvenes relatarán también sus relaciones con la emigración y juntos reflexionarán sobre las diferentes motivaciones para emigrar, las dificultades y los aspectos positivos o las diferencias con la inmigración en Galicia. Recogerán documentación y fotografías y aportarán sus propias historias de vida para ampliar los testimonios y que estos relatos se transmitan entre generaciones para poder conocer nuestra historia colectiva.
Con el objetivo de que el programa amplíe su alcance y tenga un carácter colaborativo, Afundación ha creado la página web falamedaemigracion.afundacion.org, que recoge el material didáctico del proyecto, el material documental que surge de cada encuentro (fotografías, vídeos, testimonios…), y el que aportarán los alumnos y alumnas de los centros escolares participantes sobre las historias de la emigración de sus familiares.
HISTORIAS DE VIDA DE LOS VOLUNTARIOS Y VOLUNTARIAS
Ángel Iglesias tomó la decisión de emigrar con 24 años para proseguir con sus estudios. Estableció contacto con dos chicas, una en Suiza y otra en Glasgow. Finalmente se decantó por Suiza, y en 1959 llegó al país. Ángel se puso en contacto con el capellán de los españoles y consiguió trabajo en un colegio privado como vigilante de los estudiantes, pudiendo asistir a clase en las horas libres. En 1961 comenzó a estudiar física y matemáticas en la universidad y en el verano trabajaba en una fábrica de cocinas para pagar sus estudios. La aspiración de Ángel era trabajar en un centro público pero, al ser extranjero, no podía acceder a una plaza pública, por lo que decidió cambiar de país. Decidió irse a Canadá, y en julio de 1968 consiguió una plaza como profesor de matemáticas en una escuela de formación de maestros. Al año se creó la Universidad de Quebec y la escuela donde trabajaba Ángel fue integrada en la universidad, y con ella los profesores. Al año siguiente ya estaba fijo y le ofrecieron hacer un doctorado en Lyon, donde leería su tesis, para regresar en el 1975 a Canadá con su mujer y su hijo.
Casimira Araújo se marchó con diez años para Buenos Aires junto con su familia. Ya tenían parientes en la emigración argentina que les daban noticias de la buena situación allí, y al enfermar su madre, la familia decidió emprender camino hacia América. A su llegada se fueron a vivir con un tío de su padre, y allí estuvieron dos años hasta que ahorraron para comprar una casa. Al principio Casimira estudiaba en las Calasancias, pero después se cambió para la escuela pública, que era gratuita y de calidad. Con dieciséis años, en un baile, conoció al que hoy es su marido, un emigrante aragonés que había llegado el mismo día que ella a Argentina en otro barco.
A Isidro Fernández lo animó a emigrar una antigua vecina emigrada en Inglaterra, así que decidió tomar rumbo a Norfolk junto a su mujer María Manuela Ruibal. Después de seis meses trabajando en un hotel, gracias a una pareja española que había conocido en la iglesia, encontró empleo en Londres como mayordomo en la casa particular de un matrimonio judío. Allí estuvieron cerca de tres meses hasta que decidieron cambiar a otra casa, en esta ocasión de una viuda, donde debían hacerse cargo del cuidado de dos niños. Como las condiciones no les convencía, él y su mujer decidieron regresar a trabajar en hoteles en diferentes puntos de Reino Unido, como Cornualles, Bristol o Gales, accediendo ya a puestos de responsabilidad.
En 1950, la familia de Joaquín Loncan decide emigrar a Argentina, ya que su hermano mayor había nacido allí y lo notificaba el gobierno argentino para hacer el servicio militar. Así, en 1952, se marchó para el país americano junto con sus padres y hermanos. Comenzó a trabajar con quince años como aprendiz en una oficina, una sociedad que administraba las propiedades de las familias más influyentes de Argentina, a las que llegó a conocer. Por la noche estudiaba, y en 1960 consiguió el título de Perito mercantil. Después de este vinieron otros empleos: en una fábrica alemana de tractores, en otra francesa de champán como contable y encargado de la administración, y, en 1968, en una empresa metalúrgica, hasta que en 1972 regresó a Pontevedra.
Natural de Suiza, Michelle Semadeni se casó con Ángel Iglesias, un gallego emigrado en aquel país. El matrimonio se conoció en una academia donde ambos estudiaban inglés. Primero se hicieron amigos, pues los dos se interesaban por la física y las ciencias, y después se perdió el contacto entre ellos durante un tempo. Ella siguió con sus estudios de maestra, y un día, preparando un examen para cambiar de cantón, se reencontró con Ángel por la calle y comenzaron a salir. Dos años después, en 1968, su marido se marcha a Canadá. Ya con el billete comprado, le aconseja a Michelle que no deje su trabajo, y así fue como ella se queda en Suiza junto con su hijo. No sería hasta el verano de 1975 cuando la familia se reúne en Canadá. Michelle estudió inglés a fondo, y en 1986 consigue dar clases en la Escuela de Idiomas, trabajo que compaginaba con la realización de un Máster en Lingüística que le permitió ejercer como profesora interina en el Departamento de Filología.
Rosa Pereiro emigró junto a su marido Andrés a Brasil cuando contaba solo con 19 años. Su marido comenzó a trabajar de aprendiz de carpintero en el municipio de Santos y ella, mientras que se recuperaba de una neomonía, aprendió el oficio de pantalonera. No se consiguieron adaptar al clima, por lo que se marcharon para Uruguay donde residía un hermano de Andrés. Con ansias de mejorar, Rosa solicitó empleo en el laboratorio de perfumería Andre Latour, de dueño español. Allí trabajó hasta 1966, año en el que volvieron a España con la idea de irse para Francia, donde residían otros tres hermanos de Andrés. En Francia Rosa trabajó como dependienta en una panadería. Seis años después, en 1975, el matrimonio volvió para Galicia.
Emilio Santiago vivió en su aldea natal de Zamora hasta los ocho años. Con esa edad sus padres lo enviaron interno, y hasta los quince años estuvo en varios colegios por todo el territorio español. Cuando regresó a casa decidió irse a Suiza con el sueño de ganar el dinero suficiente para poder volver y establecer su propio negocio. Consiguió empleo en una empresa de comunicaciones, donde estuvo tres años, y posteriormente comenzó a trabajar en los trenes internacionales como steward . Gracias este empleo estuvo durante ocho años recorriendo toda Europa oriental, y así cumplió una de sus aspiraciones en la vida, viajar. Después se cambió para una fábrica química, donde desempeñó puestos de responsabilidad, ya que por aquel entonces hablaba alemán, francés, italiano y español. En esa empresa trabajó cuarenta años de su vida, hasta que se prejubiló con sesenta y dos años.