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Pequeños almiares, artísticamente colocados, se distribuyen por los campos, jalonando el espacio que se eleva hacia el fondo, hasta el borde superior de la superficie pictórica. Las formas, irregulares, de los montones de paja crea un ritmo que produce un ligero movimiento en la composición, orquestada en ocres, anaranjados, verdes y rojizos.