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La pieza, de resonancias antropológicas, recuerda a un monolito situando al espectador ante un mundo primitivo y a la vez muy presente.
La escultura se erige sobre el suelo dominando, desde su verticalidad y altura, todo el espacio circundante al igual que un monumento megalítico o un poste totémico se imponen sobre el paisaje. Es en la geometría, en la estructura cuadrangular y en la austeridad formal en donde radica su mayor fuerza y expresividad.
El ensamblaje de materiales tan opuestos fusionan la tradición con la modernidad, la naturaleza con la civilización. La madera de olmo y el hormigón contextualizan a la obra en nuestro tiempo, en una Galicia rural y urbana, tradicional y postmoderna a la vez.