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La abuela, sentada en un sofá al fondo de la habitación, posa con aire solemne para un retrato. El recurso de dejar incompletos el sofá, el ventanal y el piano, que se refleja en el espejo que cuelga de la pared, nos sitúa dentro de la estancia, en una atmósfera de silencio y rito. La abuela, captada con esa inmovilidad de la que fluye el tiempo, se convierte en todas las abuelas, con una sabia relación entre realismo y símbolo. Armoniosa orquestación de rosas, marrones, azules, blancos y ocres.
Exposiciones
Del 30 de octubre al 12 de noviembre de 1991 en "Nueva Sala de Exposiciones Caixavigo".