SIN TÍTULO
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La sobriedad se impone en esta propuesta donde la monocromía se convierte en el mayor atractivo, en el elemento que refuerza el mensaje poético, el juego de la memoria.
La mesa blanca, que sostiene el vaso de agua de una transparencia cristalina, se funde con la estancia lechosa y se revela como la gran protagonista de la escena desplazando a la puerta de marco moldurado. En el ascético interior, lo intrascendente, lo cotidiano, se concentran y se exprimen hasta llegar a la destilar la esencia de lo doméstico transformándolo en una visión especial que refleja la sabiduría y lo extraordinario de las pequeñas cosas.
Destaca el concepto de línea, la geometría y la limpieza en el dibujo que contribuyen a crear una atmósfera melancólica, distante, reforzada por la uniformidad dominante del blanco viejo. La búsqueda del equilibrio entre vacíos y llenos, la armonía entre lo vertical y lo horizontal confirman la apuesta por una composición pensada, intelectualizada, en la que se elimina toda referencia a lo real, a lo físico, donde prácticamente no se percibe la pincelada de trazo fino y discreto.
Hecha de silencios y de evocaciones del pasado, la obra parece rescatar imágenes que perviven congeladas en el recuerdo.
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“Colectiva de verano