Costa de la Belle-Île
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Germán Taibo recibió toda su educación artística en París y recorrió Francia buscando escenarios y ambientes en los que desarrollar sus intereses creativos. Bretaña y Provenza le servirán de inspiración para realizar naturalezas en las que destacará la intensidad de la luz y del color.
Según José Luis Bugallal, autor del catálogo de la exposición de Germán Taibo realizada en 1947 en La Coruña, el pintor estuvo por primera, y quizás única vez, en 1915 en la isla de Belle-Ile, en la Bretaña francesa, en donde, en este punto geográfico, azotado por el oleaje, es donde produce verdaderas marinas: aquellas que no tienen otros protagonistas que los acantilados y los océanos. El oleaje es el tema de interés para el autor y lo enfoca desde un violento primer plano, obligando al espectador a situarse en el emplazamiento original y a realizar una visión en picado, de arriba-abajo, sintiendo una sensación de vértigo.
Aunque había llegado a la capital francesa en 1906 y conocía las nuevas y revolucionarias experiencias artísticas, el Impresionismo es clave para comprender su forma de ver y entender el paisaje, una interpretación libre y directa en la que no existe dibujo previo. Como Monet, obsesionado en pintar los colores de la luz para lo que ideó una pintura fragmentada, de pinceladas amplias y separadas, Germán Taibo intenta captar la luz, aprehender la piel y el alma de los acantilados empleando un trazo inquieto y valiente que analiza las diferentes texturas y la incidencia de la luz. La pincelada se vuelve ondulante para describir el movimiento del agua, la dureza de las peñas escarpadas se define mediante una huella gruesa y corta y la rompiente se convierte en un verdadero espectáculo, el efecto de las olas batiendo contra las rocas es una explosión de espuma pastosa y espesa que casi genera relieve. En una de las marinas, el ascenso del agua se interpreta con largas pinceladas de materia barrida y extendida que, en su caída conforma una masa de denso empaste.
El color está presente en todo momento acompañando e incidiendo en el trazo, reforzando la idea descrita con el gesto en una unión que consigue presentar el paisaje vivo y táctil ante la retina. Es imposible contar la infinita gama cromática, desde azules intensos, verdes, blancos, rosas, violetas, azulones, negros hasta marrones, en una composición que es mar absoluto donde, en una de las pieza, apenas se intuye la estrecha franja del lejano horizonte y todo se revela como un homenaje al mar en una concepción panteísta de la naturaleza.
Exposiciones
"Germán Taibo". Junio-Julio de 1947. Real Academia Provincial de Bellas Artes de Nuestra Señora del Rosario, La Coruña