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Sobre un fondo de marrones y negros destaca la cabeza de Joan Miró, ya anciano, con la mirada fija y el cuerpo ligeramente ladeado hacia la derecha. Se concentra en la reproducción de los rasgos físicos del personaje y en la expresión de su rostro, penetrando en su más íntima realidad. Aplica el color creando una transición de tonos con el efecto luminoso de los trazos blancos.