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La obra tiene la fuerza de la originalidad de Leiro. Los trazos delatan sus gestos más representativos. La atención se concentra en la figura del hombre en un ambiente creado con manchas, rojas, rosadas y ocres, que respiran por los espacios blancos que aligeran el conjunto. De las manchas, el color, y las formas surge una composición que transmite sensaciones más fuertes que las que podrían surgir de una descripción o de un apunte minucioso. Todo nace con frescura y espontaneidad, como algo que está en proceso de germinación que se podría quedar ahí o acabar en una obra de otras características. Al dorso de este dibujo hay otro construido con gestos espontáneos, intuitivos, pruebas de colores, signos, formas, y una palabra" PAPA"