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Una estructura horizontal divide la superficie del cuadro en campos de color, azul y amarillo, sobre los que destacan tres cuadrados de un tono rosado, arcilloso. El pincel juega con unos trazos diluidos y otros más secos, transmutando la
materia-color en luces y sombras, sobre una superficie alterada con grumos
y roturas, como huellas o cicatrices, que dan una dimensión existencial al cuerpo de la pintura.
Exposiciones
Sala de Arte Caixavigo,Enero de 1997.