LIMPIANDO LOS BRONCES DE LA IGLESIA
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La obra se inserta en el marco del realismo del siglo XIX con interés por la anécdota social. El anciano sacristán de pelo blanco está sentado entre objetos de bronce, limpiando uno que tiene entre las manos, que igual que los demás resalta en el cuadro con reflejos dorados. El verismo del conjunto procede de un dibujo realista y una técnica que parece resucitar a los maestros del XVII. La composición, concebida bajo un ángulo fotográfico, sorprende por el dinamismo de instantánea en la captación de la actitud, en la que se percibe cierto sentido de ausencia.