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Entre luces amarillas y anaranjadas se vislumbran perfiles de construcciones con cúpulas y torres en un ambiente de misterio que bien podría ilustrar un cuento. Amante de la sugestión, poseedora de una fantasía vivaz, la pintora, plasma paisajes en los que se crea un microcosmos particular, con un soplo mágico de encantado estupor, en el que se mezcla la herencia medieval, un acento romántico, y recuerdos de viajes y experiencias personales que lleva al soporte pictórico con una técnica muy elaborada.