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Manchas y gestos espontáneos invaden la superficie con un lenguaje del que surge la poesía. Es una composición abierta, sin límites, no tiene punto de arranque ni final, es como un fragmento de tejido estampado, o de un paisaje traducido en luces, con predominio de los tonos rosados del atardecer. Utiliza recursos del «arte otro» dejando a la vista los clavos con que se une el cartón del soporte al bastidor, en un intento de integración total de la pintura que afecta tanto a la materia como al soporte, situándose en una encrucijada entre paul Klee y Dubuffet.
Bibliografía
A. González Alegre «Areas de Silencio» pág. 21,22 y 88, Diputación de Pontevedra, Xunta de Galicia 1994.