TITO VÁZQUEZ

Comienza su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios de Murcia con el apoyo del ayuntamiento de su ciudad de origen, y unos años más tarde se traslada a Valencia para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. En esta ciudad es alumno de Ignacio Pinazo, a quien considera como su mentor y único maestro. Obtiene una beca de la Diputación Provincial de Murcia que le permite proseguir sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid. Cuando estos finalizan, se alista en el ejército para encontrar una fuente estable de ingresos, actividad que combina con la de copista de los Grandes Maestros del Prado. A finales de 1899 se traslada con su regimiento a Santiago de Compostela, y contrae matrimonio en 1901. En 1909 viaja a América con la intención de instalarse de manera definitiva (Nueva York es la ciudad que más le interesa), algo que no será posible debido a una serie de problemas de salud. A partir de este momento, será fundamental su labor docente y difusora del arte en Santiago. Como docente, ejerce como profesor de Pintura de la Real Sociedad de Amigos del País (1919-1938), como profesor auxiliar de la Escuela de Artes y Oficios (1927-1936), y como profesor de Dibujo en el Instituto de Segunda Enseñanza Diego Gelmírez de Santiago; profesiones que compaginó con las clases en su estudio privado, donde se formaron dos generaciones de creadores compostelanos como Roberto González del Blanco o Juan Luis López, entre muchos otros. Dentro de su labor difusora, destaca su papel en el comité ejecutivo de la Exposición de Arte Gallego en 1926 y en la comisión organizadora de la Sociedad Gallega de Amigos del Arte. No será asiduo de los certámenes artísticos, pues solo concurrirá a las Exposiciones de Arte Gallego de A Coruña (1923), Santiago (1926) y Madrid (1928). Considerado gallego de adopción, su obra se encuentra representada en diversos museos gallegos e instituciones.

A nivel estilístico se puede clasificar como un pintor decimonónico, naturalista. Observador minucioso de la naturaleza, en sus piezas se aprecia la impronta de propios sentimientos fruto de la influencia de su maestro Ignacio Pinazo. Los géneros que aborda son propios del realismo del XIX: el retrato —que junto con el autorretrato será su gran especialidad—, la representación de tipos, escenas de costumbres, naturalezas muertas, cuadros religiosos y paisajes. Su obra se caracteriza por un dominio de la luz, del color (con una paleta sobria), y del dibujo. Dentro de un estilo naturalista —con una gran base académica, así como ecléctica—, evoluciona desde un naturalismo preimpresionista —muy en relación con su maestro, hacia una pintura influenciada por maestros como El Greco o Velázquez, y, finalmente, Rembrandt.

En el cuadro Retrato de dama compostelana (1916) de la Colección Afundación, aborda su género predilecto. En esta pieza se aprecia su calidad como dibujante y pintor para retratar a un tipo de mujer sofisticada de la burguesía compostelana, elegantemente ataviada y peinada. La dama destaca sobre un fondo neutro y se muestra de medio cuerpo en tres cuartos con una expresión apacible que parece querer buscar la complicidad de nuestra mirada. La pincelada es suave y refinada, con un cromatismo principalmente sereno en el que resaltan los acentos de luz en el rostro, la tela y las joyas.