MIGUEL VÁZQUEZ

De niño siente una inclinación por el dibujo, no obstante, es en los años setenta cuando descubre su pasión por la cerámica a través de un manual que hojea en una librería. Abandona poco después la carrera de Biología y se matricula en Artes Aplicadas en la Escuela Maestro Mateo de Santiago de Compostela. Su participación en 1983 en las Jornadas Estivales del Seminario de Estudios de Sargadelos resulta crucial en su trayectoria, pues reafirma su vocación por la cerámica. Completa su formación con destacadas becas y estancias como la de la Xunta de Galicia en La Bisbal (Girona), otra de la Xunta de Galicia en el taller de Emidio Galasi, en Faenza (Italia), beca en el European Ceramics Work Center (Hertogembosch, Holanda) —«el más puntero en cerámica artística», apunta Vázquez— o la de la Fundación Pilar y Joan Miró en la Fundació Llorens Artigas de Gallifa (Barcelona). En 1978 inicia su actividad expositiva, que le llevará a participar en muestras tanto individuales como colectivas y certámenes en España y el extranjero, en países como Portugal, Francia, Austria, Suecia, Suiza, Croacia, Luxemburgo, China, Japón u Holanda. Ha sido galardonado con importantes premios dentro y fuera de nuestras fronteras. Su obra figura en renombradas colecciones como la de la Xunta de Galicia, Diputación Provincial de Pontevedra, Academia Internacional de Cerámica (Ginebra), Musée National de Céramique de Sèvres (París) o la del Nakatomi Museum of Contemporary Fine Craft (Fuji, Japón). Compagina su faceta artística con una labor docente en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Vigo (EMAO) desde 1986, y desde el año 2000 es miembro de la Academia Internacional de Cerámica en Ginebra (Suiza).    

Artista polifacético de «carácter apasionado y totalmente manual» —en palabras de Javier Pérez Buján—, asegura que para él el arte es «una forma de entender la vida» y que «la libertad y la honradez son el motor y la finalidad” de su trabajo. Desde prácticamente sus comienzos, ha supeditado el material y la técnica a lo que quiere contar o transmitir, de modo que, aunque la cerámica es su materia predilecta, ha ido incorporando el plomo, hierro, alambre, plástico o el vidrio —le interesa especialmente la hibridación y el mestizaje de la cerámica con otros materiales—, y en cuanto a disciplinas artísticas, ha explorado la escultura, performance, videoacción o la instalación para componer una obra de raíz conceptual con ciertas dosis de ironía y sentido del humor, en la que hay lugar para formas orgánicas y otras modulares mucho más geométricas. Entre sus referentes, cita a Hans Arp y Alberto Sánchez, «con sus concreciones orgánicas y su aptitud»; en su encuentro con el universo de la cerámica japonesa, que define como «revelador», destaca a Kazuo Yagi, Isamu Noguchi y Ryoji Koye; y en la península nombra a Elena Colmeiro, de la que asegura haber aprendido «su libertad, valentía y robustez a la hora de encarar el hecho creativo».           

En la Colección Afundación figura una obra del autor, Sin título (1997), que realiza en la Real Fábrica de Cristales de San Ildefonso de La Granja (Segovia), y en la que trabaja con el vidrio en un formato pequeño para componer dos figuras que presentan ligeras diferencias, quizás derivadas del azaroso proceso del horno, apoyadas sobre unos soportes ortogonales de formica. Esta pieza de gran sencillez con ciertos toques minimalistas derrocha una gran expresividad y recuerda a un elemento de uso cotidiano como es un banco; propio del corpus artístico del creador vigués, en el que son recurrentes las evocaciones de estructuras constructivas y arquitectónicas.