MANUEL TORRES

El pintor Manuel Torres Martínez, antes ya  de los dieciocho años, que es cuando ultima su carrera de magisterio —profesión a la que dedicó su vida—, había desarrollado una cierta aproximación a la actividad artística, motivado por sus profesores, colaborando con Lino Gerpe en la realización de decorados; en algún caso realizando estampas, inspirándose en las ilustraciones de revistas… Además, en esos tiempos iniciales, las lecturas le llevan a aproximarse a la causa galleguista.

A partir de 1925 va a frecuentar la ciudad de Vigo, colaborando habitualmente en Faro de Vigo. En la tertulia del “Derby Bar”, se relaciona, entre otros, con Dieste, Maside, Roberto Blanco, Paz Andrade e igualmente con Castelao, cuando el intelectual pasaba por allí. Ese contexto de relaciones, en una edad tan joven, resultará, en cierto modo, determinante.

En 1927 la Diputación Provincial de Pontevedra le concede una beca para una estancia en Madrid; allí asiste a clases en el Círculo de Bellas Artes y acude, con cierta asiduidad, al Museo del Prado. Entre 1929 y 1930 volverá a la capital de España. Y en 1931 irá,  también becado, a París; es el tiempo de la II República y a Torres cabe encuadrarlo en el proceso de renovación de la pintura gallega, al igual que autores como Arturo Souto, Virxilio Blanco, Maside o Laxeiro; con todos ellos tiene una vinculación importante.

Los temas que trata son de carácter figurativo, atendiendo tanto al género del paisaje como al retrato y bodegones. Practica la viñeta y la caricatura en dibujo, y el linóleo y el óleo en pintura. También realiza escultura.

Cabe distinguir una siguiente etapa en su biografía que lleva desde 1936, con el inicio de la Guerra Civil, hasta el momento de su jubilación como maestro de escuela, en 1967. Además de las fórmulas utilizadas de modo habitual en el tiempo anterior, ahora le va a ocupar, además, la técnica del grabado, la acuarela, los denominados, por él mismo, “óleos monotipos”,  y el pastel.  Los avatares de esta época lo llevarán a vivir, básicamente, en Marín lo que hará que esta villa y sus alrededores sean, tantas veces, protagonistas de su arte.

A partir de 1967 su única ocupación va a ser la práctica del arte. Su vocación indagadora, propia de un ser vocacionalmente autodidacta, le lleva a la práctica del “óleo-rascado”, con lo que redunda en ese modo, un tanto artesanal, con el que Torres se enfrenta a la acción artística. Marín sigue, como no podía ser de otro modo, siendo referente constante, como imagen alusiva de una Galicia rural y marinera.

Su modo de pintar construye sólidamente la representación, en ocasiones, casi, con la mirada de un escultor; en otras,  de forma más bien diluida, atendiendo a lo fugaz, sobre todo en la manera, tan vivida, de presentar esos sentidos paisajes de soledad y belleza  a  los que, tantas veces, sus acuarelas nos transportan.

La colección Afundación contiene dos obras de este pintor: Peixeiras (1969) y Paisaje con vacas (1975), testigos de sus  dos temáticas más apreciadas.

José Manuel García Iglesias