JOSÉ SUÁREZ

Perteneciente a una familia liberal, comienza a realizar fotografías con la cámara que le regala su padre cuando aprueba el Bachillerato. Influido por su progenitor, cuya profesión era la de procurador, estudia Derecho en Salamanca, donde entabla amistad con Miguel de Unamuno ─figura fundamental en su vida que retrata en numerosas ocasiones─ y donde toma contacto con la vanguardia a través de la Revista de Occidente. En 1921 publica en Vida Gallega sus primeros trabajos como aficionado. Una vez finalizada la carrera, comienza a trabajar en el ayuntamiento salmantino pero pronto cambia de rumbo y decide seguir su vocación artística. En 1932 publica 50 fotos de Salamanca ─con prólogo de Unamuno─ y realiza en Galicia diferentes series de corte etnográfico. Sus trabajos aparecen en publicaciones como Mundo Gráfico, Mundial, Estampa o Atalaya. Expone en 1935 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid con un enorme éxito y también en París. En 1936 comienza el rodaje de Mariñeiros con la productora CIFESA, con la que tenía previsto rodar cuatro películas documentales, pero debido al levantamiento fascista se exilia en Argentina ─donde finalizará el rodaje─ y posteriormente en Uruguay. En Argentina se inicia en la fotografía dentro del universo cinematográfico y obtiene el Cóndor de Oro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Buenos Aires en 1938 por Malambo. Comienza a realizar fotoperiodismo para La Prensa y colabora con otras publicaciones argentinas. Realiza diversas exposiciones en Sudamérica, que recorrerá de punta a punta, y publica libros como Nieve en la cordillera. En 1953 viaja como corresponsal de La Prensa a Japón, donde reside durante dos años, y se enamora profundamente de su cultura; se siente especialmente atraído por el teatro Noh. Publica también en Life y en U.S. Camera. Tras una breve estancia en Sudamérica, regresa a Galicia en 1959 y continúa su trabajo para La Prensa que le obliga a viajar de manera constante. En los sesenta realiza la serie de La Mancha, entre otros trabajos, y publica el libro sobre tauromaquia The Life and Death of the Fighting Bull. Sus últimos años están marcados por el aislamiento hasta su fatal desenlace.   

Su vida entera estará vinculada a una cámara, pues como apunta su hermano Paco: «Las pocas veces que lo veía sin ella me parecía que en su entidad física había como una mutilación». En sus fotografías plasma su visión innovadora de alma humanista, pues como él mismo afirma: «En mis fotos siempre está el hombre o al menos su huella», con el foco dirigido hacia el ámbito sociocultural, en especial de Galicia. En su imaginario lo cotidiano se transforma en trascendente sin dejar espacio a la componente folclórica. Se expresa en blanco y negro en estáticas y cuidadas composiciones cargadas de simbolismo que evidencian su dominio lumínico y un fuerte vínculo con la vanguardia europea, así como una simplicidad y depuración que se intensificarán tras su contacto con Japón. 

La obra de la Colección Afundación pertenece a su célebre y amplia serie Mariñeiros (1936) ─su trabajo más relevante─, de la que posteriormente también realiza una película. En esta serie ─que se convertirá en símbolo del mundo marino galaico─ retrata la cruda vida de los marineros mediante imágenes en las que la persona será la protagonista junto con unos objetos de fuerte carga evocadora. En la obra que nos atañe, aparece una mujer situada sobre una roca y un hórreo hacia el fondo en un contrapicado muy fuerte ─una forma de enaltecerla─ con una preocupada mirada que apunta hacia el infinito ─característica de sus retratos─ a la espera del deseado retorno de la embarcación de pescadores.