JOSÉ SOLLA

Natural de Castro, Marín, su infancia y adolescencia transcurren entre pescadores y canteros que le transmiten el gusto por el mar y el arte. Se instala a partir de 1950 en Mar del Plata (Argentina), aunque nunca perderá su vínculo con España, y con Galicia en particular. Con firme vocación artística desde niño, estudia en la Escuela Superior de Artes Visuales Martín A. Malharro en Mar del Plata, y toma clases de dibujo y pintura con Demetrio Urruchúa, maestro de otros artistas gallegos. Realiza su primera individual en 1964, tras haber expuesto varias colectivas desde finales de los cincuenta. Participa en la Bienal de Pontevedra en 1973, 1974 y 1976. Durante los años 1976 y 1978, es becado por el Centro Iberoamericano de Cooperación para realizar estudios sobre el arte románico y gótico en España. A lo largo de su trayectoria ha mostrado su trabajo en las principales ciudades de España, Estados Unidos, Canadá, Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Corea o Bélgica. Entre sus galardones, cabe destacar la medalla de oro de la II Bienal Internacional de Pontevedra, el Premio Especial Torwald Rasmussen y la Medalla de Oro de Caserta. Asimismo, está representado en numerosísimas colecciones privadas, desde Nueva York a Buenos Aires, y también en museos de Sudamérica, Estados Unidos e Italia, así como de Pontevedra y de Vigo, entre otros. En los últimos años, trabaja y vive una buena parte del año en Galicia, en la localidad pontevedresa de Bueu. 

Artista multifacético, formado en la tradición europea y arte hispanoamericano, abarca el óleo, el acrílico, el pastel, el collage y las técnicas mixtas. En su trayectoria, se diferencian dos grandes etapas: La primera, la Serie Blanca (1960-1977) representa paisajes marinos, inspirados en Mar del Plata y Galicia, donde el blanco, la luz, domina y centra la composición. Esta etapa está vinculada al cubismo y a la abstracción geométrica, con imágenes de gran sutileza y levedad (tanto por la paleta como por la finura de la factura) cargadas de lirismo. La segunda, llamada Serie Románica, iniciada en 1978 es un trabajo vinculado a Galicia, en ella incorpora el imaginario de su infancia desde una perspectiva mágica-onírica. Representa romerías y fábulas para un público adulto con su original figuración. Son composiciones complejas, abigarradas, marcadas por un dibujo certero, y una paleta rica en las que se evidencian tintes expresionistas, “el magicismo” y, en menor medida, el surrealismo. Aparece recurrentemente en estas obras, de gran carga erótica, su musa personal: Palmira, un ideal que representa a todas las mujeres y simboliza el foco de su base creativa.       

Un nutrido grupo de siete obras en diversas técnicas —pastel, lápiz graso, óleo y técnica mixta— sobre lienzo y papel integran la Colección Afundación. En la obra más temprana, Cargadores (1969), rememora su infancia y representa una escena del puerto argentino marplatense simplificada y geometrizada; su camino inicial hacia la abstracción. La maternidad Madre e hija (1976) muestra, desde la sobriedad, su dominio del dibujo en su versión más lírica. Los óleos de astilleros (1974 y 1975) pertenecientes a la Serie Blanca son más intuiciones que representaciones, con una estructuración geométrica que evoca el cubismo. El dibujo es sinóptico y la pincelada leve, de impecable acabado. Palmira y los pájaros (1985) y La leyenda del peregrino descalzo (1985), pertenecientes a la segunda etapa, son dos composiciones complejas (la organización evoca a un collage) marcadas por la fantasía, y el erotismo, pobladas de seres imaginarios, y dominadas por un dibujo que perfila en negro y con un trazo grueso las diversas formas.