BENIGNO PEREIRA BORRAJO

Artista nacido en Vigo, desde muy temprana edad manifestó su pasión por el dibujo. Se formó en Madrid, donde fue discípulo del célebre pintor valenciano Joaquín Sorolla, y, según señala Bernardino de Pantorba, concurrió a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1904, 1906 y 1908, en las que obtuvo en todas ellas menciones de honor. Asimismo, presentó su obra con éxito ─sus paisajes fueron elogiados─ en la Exposición de Arte Gallego que tuvo lugar en 1912 en Madrid. Su obra ha sido exhibida en repetidas ocasiones en Galicia, Madrid y Sudamérica. Entre 1933 y 1936, colabora como dibujante en las publicaciones Monos y Vida Gallega; también realizó carteles y fue pintor de frescos en los techos altos del Hotel Moderno de Vigo, cuando este fue adquirido por Cesáreo González. Se encuentra representado, entre otras, en las colecciones de los museos de Pontevedra y en el municipal Quiñones de León de Castrelos en su ciudad natal, y resulta ineludible en cualquier antología de pintura gallega posromántica y realista. Lo cierto es que injustamente cayó un tanto en el olvido y ahora comienza a ser rescatado de la sombra por méritos propios.              

Su obra marcada por la influencia de Sorolla, siguió modos tradicionales de la pintura francesa, en especial de Monet y Sisley y se caracteriza por su tratamiento de la luz y del color, así como por su buena factura. Adscrito al impresionismo, y a veces próximo al costumbrismo imperante en su época, fue un buen retratista de, entre otros, personajes políticos y literarios de su época, con un valor documental además de plástico, destacando asimismo en la temática del paisaje. En sus lienzos representó rincones urbanos y marítimos de Galicia, particularmente de Vigo; son célebres sus vistas del puerto pesquero vigués de El Berbés, que también retrataron Maristany y Gil de Vicario.  

En la Colección Afundación hallamos un óleo sobre tela de grandes dimensiones fechado en 1904. Se trata de una escena de interior en la que representa a dos hermanas que posan sentadas en la sala de estar de una vivienda que se encuentra iluminada por una ventana en uno de los laterales, junto a un mueble sobre el que reposa un jarrón con hortensias. Las hermanas se muestran elegantes y con sobria compostura y vestimenta tradicional, aunque el autor da signos de atrevimiento en el juego de la luz, con los efectos de los contraluces ─una de ellas aparece de espaldas en diagonal al foco de luz y la otra ensombrecida─ que aprendió de su maestro Sorolla, y el encuadre de la escena. La pincelada es impresionista y el cromatismo dominante es más bien oscuro, con una luz blanca y pura que destaca y entra con fuerza por el ventanal.