ENRIQUE ORTIZ ALONSO

Nacido en Ourense, se traslada en 1940 con su familia a Madrid, donde, tras estudiar Ingeniería Industrial, inicia su formación artística con artistas como Luis Alegre, con quien estudia Grabado en la Escuela de Bellas Artes de San y en la Escuela de Artes Gráficas. Completa su formación en la École de Beaux Arts de París en los años cincuenta. En estos años conoce a Luís Seoane, quien lo considerará «uno de los grabadores más importantes y originales de la península». Los sesenta estarán marcados por su internacionalización. Recibe una beca de la Fundación Juan March que le permite viajar a París, Londres, Holanda, y Suecia y es seleccionado para representar a la École de Beaux Arts en la Bienal de Grabado de Atenas. En Europa entra en contacto con los clásicos de los principales museos, así como con los movimientos artísticos que se estaban desarrollando en las principales ciudades europeas. Eran unos años en los que se formaban numerosos grupos artísticos; Ortiz se aproxima al grupo Os Artistiñas ─alentado por Vicente Risco─, funda junto a Reimundo Patiño ─con quien abre en Madrid el taller de grabado Redor─ y Manuel Coia el grupo El Quilombo, y también participa en el grupo Brais Pinto, junto a Patiño, Uxío Novoneira y Bernardino Graña. En los años setenta, participa en numerosas muestras colectivas y forma parte de la Estampa Popular Gallega. Su trabajo, distinguido con diversos galardones se encuentra representado en museos e instituciones de Galicia y resto de España, así como del extranjero, en Europa, América y Asia.         

Artista filosófico, de vocación literaria, escogió expresarse a través de la plástica y, dentro de ella, fundamentalmente en el complicado universo de la obra gráfica ─siente predilección por la litografía─, con una excelente técnica y un firme dibujo. Entiende, como los románticos ─admira su tratamiento del color─, el arte como un medio para explicar al ser humano y su misión en la vida; siempre hay algo humano en sus obras, en las que no es posible hallar estridencias ni formalismos, ni tampoco veleidades artísticas. Su temática está caracterizada por la libertad, las referencias costumbristas de Galicia, el paisaje, o el paso del tiempo, y la solidez de lo humano están muy presentes. En su trayectoria, se aprecia una evolución desde un barroquismo realista hasta una esencialización basada en la mancha. En la obra de los 60 (normalmente trabajadas al aguafuerte) se aprecia una crítica social rotunda que evoluciona hacia escenas cotidianas, sosegadas y pintorescas. Asimismo, el humor está presente, con un punto de acidez y nostalgia, y recurre al tono burlesco para arremeter contra las actitudes más rancias de la sociedad.   

En la Colección Afundación figuran cuatro obras gráficas y una pintura al temple sobre papel del autor. Gaiteiro falando de Utamaro (1986) es la única obra pictórica, y se trata de un particular homenaje al mundo del grabado y del arte japonés. Su ironía y acento burlesco lo hallamos en el grabado Sin título de 1984. En Muelle do campo camarada (1975) se reconoce su dominio del claroscuro con las características sombras alargadas de sus figuras. Gente de pueblo (1981) muestra su lado más nostálgico al evocar recuerdos y vivencias, e investiga con la fragmentación de la superficie en múltiples espacios. En Composición (1979) combina el rojo y el negro, a través de manchas y formas sugeridas de gran belleza. Todas ellas son obras en las que se percibe el aliento de Galicia y el original lenguaje propio del artista.