JESÚS NÚÑEZ

Comienza la carrera de Derecho en Salamanca. Pronto la abandona para estudiar grabado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en la Escuela Nacional de Artes Gráficas de Madrid. Participa, en 1952, en un intercambio de estudios con la Escuela de Bellas Artes de Berlín, y, fascinado por la experiencia, consigue una beca del gobierno alemán para continuar durante un año más en la escuela berlinesa, en la cual se respiraban ecos de lo que había sido la Bauhaus y que lo lleva a introducirse, además de en el grabado y en la litografía, en la cerámica, en el diseño textil, en la escenografía, en el escaparatismo o en la metalistería; esta etapa de formación va a ser de gran importancia en cuanto a la definición de su universo expresivo. A continuación, en 1954, amplía estudios artísticos en la Escuela de Bellas Artes de París. Ese mismo año regresa a España y realiza su primera exposición individual en la Galería-Librería Lino Pérez en A Coruña, preludio de una extensa lista de exposiciones y de una carrera internacional imparable en lo relativo a la proyección de su obra gráfica, que se irá consagrando a medida que transcurre esta década y a lo largo de los sesenta. Ha sido reconocido con numerosos galardones, entre los que cabe destacar el gran premio de grabado en el II Certamen Nacional de Artes Plásticas de Madrid (1963) y el primer premio de arte en estampación de la Exposición Nacional de Arte Contemporáneo de Madrid (1970). Asimismo, se encuentra representado en destacados museos e instituciones nacionales e internacionales, así como en colecciones particulares. Organiza, dirige y participa en cursos y talleres de grabado, experiencias que desembocan en la creación e impulso del Centro Internacional de la Estampa Contemporánea en su localidad natal, Betanzos, en 1997. En abril de 2014, fue distinguido con el título de hijo predilecto de su ciudad natal y ha sido considerado un maestro del grabado.

Artista polifacético y con afán investigador, además del grabado, ha cultivado la pintura, la escultura, el tapiz y el diseño textil, la orfebrería y el mural. Su obra gráfica sigue la línea del resto de su producción en otros soportes, la evocación de formas sugeridas por mundos telúricos y lejanos y una fuerte vinculación con la arquitectura. A nivel técnico, destaca por un fuerte componente constructivista con trazas informalistas, por su lejanía respecto a las formas figurativas, y expresionistas en la manera en que las materializa. Desde sus primeras aguatintas y planigrafías aborda combinaciones de xilografía, litografía, punta seca, fotografía o reproláser. Además hace gala de un eclecticismo técnico que le permite abordar imágenes innovadoras y lejanas de cualquier planteamiento clásico del grabador y profundiza en lo que él denomina “esculturas gráficas”.

En la Colección Afundación figuran dos significativas obras del autor. En la obra Sin Título (1975), la presencia de dos prismas metálicos que se sitúan sobre la superficie pictórica marcan el ritmo a una composición construida mediante una serie de planos, en los que el color juega un papel protagonista a través de sus distintas degradaciones y combinaciones, que evocan un paisaje de arquitectura ensoñada. En Órbita Berebere (1990) combina xilografía con litografía y desaparece la arquitectura para abrir paso al espacio cósmico. Destaca el contraste entre formas abstractas que conforman la estructura de la obra —en la que están presentes experiencias derivadas del arte de los años cincuenta y sesenta— con formas concretas, de carácter organicista, que son creaciones del artista y recuerdan a petroglifos.