JUAN DE LA COLINA

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona, Juan de la Colina completó su formación artística en la Universidad de Miami, en Nueva York y obtuvo el doctorado en Bellas Artes por la Universidad de Vigo. A lo largo de su carrera ha compaginado su faceta creativa con la docencia, impartiendo clases de estética en la Escuela Superior de Diseño de Madrid, en la Asociación de Creadores de Moda de España, en el Instituto Europeo de Design, en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo, en diversos cursos de la Fundación Luis Seoane y en distintos másteres de las universidades de Vigo y A Coruña. Cabe destacar su labor como teórico del arte, con la elaboración de numerosos artículos y la organización de ponencias.

Asimismo, desarrolla una variada labor como gestor cultural, con la organización de diversas exposiciones para centros como el CGAC o Casa da Parra, en Santiago de Compostela; el Círculo de Bellas Artes de Madrid o la Fundación Luis Seoane de A Coruña. Asimismo, ha colaborado como director artístico en diversas videocreaciones y documentales, el último dedicado a María Elvira Fernández López, Maruxa, esposa, colaboradora y transmisora del legado del artista Luis Seoane.

La actividad expositiva de este autor se remonta a 1982, cuando participó en su primera muestra en A Coruña. Posteriormente ha expuesto en diversas ciudades, principalmente españolas y portuguesas. Sus creaciones se conservan en colecciones como la del CGAC de Santiago de Compostela, Banco Exterior de España de Madrid, Biblioteca Nacional de Madrid, Banco Nacional de Venezuela o en la del Manhattan Bank de Nueva York.

Juan de la Colina ha trabajado con diversos medios a lo largo de su trayectoria y aunque a sí mismo se define como pintor, prevalecen en su trayectoria las creaciones con fotografía digital o las videocreaciones, ya que se interesa por el desarrollo de la tecnología, empleando nuevos instrumentos como el teléfono móvil.

La obra presente en esta colección, datada en 1995, pertenece a un período en el que el autor todavía pintaba, ya que en la actualidad ha dejado de hacerlo para dedicarse preferentemente a la fotografía. Sobre un fondo azul uniforme e indefinido dispone doce óvalos blancos sobre los que se recortan siluetas negras superpuestas de lo que podrían ser perfiles esquemáticos de rostros. Esta repetición en cada uno de los óvalos recuerda a las figuras impresas en un trozo de celuloide representando el movimiento. La obra pertenece a la serie Autorretratos, donde cada una de las composiciones responde a preceptos conceptuales, siempre presentes en la trayectoria artística de este autor.