Se traslada en 1930, con tan solo seis años, a Madrid. Comienza a dibujar y pintar en los años de contiendas; experiencias que marcarán su vida. Cursa la licenciatura de Bellas Artes en la Escuela de San Fernando; una de las etapas que recordará con más cariño. Colabora, en estos años cuarenta, con diferentes revistas universitarias y comienza a realizar carteles, figurines y escenografías para el Teatro Español Universitario. En 1949, tras su primera experiencia expositiva en la Galería Proel de Santander, se marcha casi un año a París con el dinero ahorrado de diversos trabajos (principalmente murales) y es en el epicentro del arte del momento donde descubre el informalismo. Participa con éxito en la I Bienal Hispanoamericana con, entre otras, la tan comentada obra Verdes y redes, así como en el exigente Salón de los Once. Realiza su primera muestra individual en la Galería Biosca de Madrid en 1952. Un año más tarde es seleccionado para representar a España en la Bienal de Sao Paulo y, en 1954 y 1959 respectivamente, en la Bienal de Venecia. Como consecuencia de la situación económica se traslada a Buenos Aires con su mujer la escultora argentina Noemí Martinez Díaz durante dos años. Es allí donde descubre el acrílico que resultará un material fundamental en su obra. En 1958 es nombrado director artístico del Pabellón Español de Bruselas y en 1964 repite experiencia con el de Nueva York. Su obra figura en los más destacados museos e instituciones a nivel mundial, así como en relevantes colecciones particulares. Al margen de su trabajo pictórico, cuenta con una destacada trayectoria como ilustrador de periódicos, sobresale su dilatada colaboración en ABC con retratos a pluma de personalidades de diferentes ámbitos, además de una carrera en el teatro, que inicia en 1954 con La mordaza de Alfonso Sastre, con más de un centenar de trabajos como figurinista y escenógrafo de renombrados montajes de la escena nacional; tarea que ve reconocida con el Premio Nacional de Teatro en 1972.
Su lenguaje pictórico va a estar en continua mutación como se aprecia en las cinco obras que forman parte de la Colección Afundación. Su desarrollo en cuanto a definición artística se consolida en la pionera Verdes y redes (1950), una síntesis de la naturaleza ─temática recurrente─ que abre el camino de una abstracción y supone un impacto frente al realismo imperante. Hasta 1954, en su abstracción conviven la gestualidad, la realidad y la geometría, pero a partir de ese año, y a lo largo de los cincuenta, va a aproximarse al constructivismo. A finales de los cincuenta, opta por una abstracción gestual a través de pinceladas, fundamentalmente bicolores, que lo vinculan al action painting; Ocre y Gris (1960), Composición (1960) y Rojo y Negro (1961) se enmarcan dentro de esta etapa caracterizada por una pincelada amplia y firme, y el color como protagonista; donde el negro es su color predilecto. A finales de los sesenta, tras un periodo centrado en cine y teatro, retorna a la pintura figurativa, que él denomina «neofiguración», con una actitud crítica hacia la sociedad del momento. A comienzos de los setenta, retoma la abstracción, encuentra inspiración en la temática del árbol y su descomposición esquemática; en Paisaje (1974) reproduce una imagen de su memoria sentimental a través de gestos y su pincelada amplia. Impresionado por un viaje a Córdoba, realiza la serie «neomudéjar» (1976 – 1980), inspirada en la oportunidades de los azulejos, en su inagotable geometría y la mezcla de colores. Desde los años ochenta, se vincula a patrones figurativos, con su lenguaje expresionista, como se puede apreciar en Retrato de Miró.
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