ANA LEGIDO
Legido Soto, Ana
( Ourense, 1939 - Sabarís, Baiona, Pontevedra, 2012 )
Biografía
Pocos artistas tan inmersos en la plástica como esta delicada, elegante, encantadora y tierna pintora, esposa, madre, cuñada, tía de pintores, la amplia familia Quesada. Cualquiera que fuese la formación académica de Ana Legido, importaría mucho menos que su propio carácter, el ambiente que ha vivido, los contínuos diálogos sobre pintura que habrá mantenido, para su andadura. Comenzó a exponer hace tres quinquenios, y desde entonces sus muestras se han reiterado en Vigo, endiversas ciudades de Galicia, en Madrid. Aunque no es estrictamente «naif», como tal se la suele encasillar, y coleccionistas de esta modalidad tan peculiar buscan sus cuadros, porque es exquisita, perfecta, evocadora y al fin, primorosa. Está representada en Museos de Galicia y en importantes colecciones institucionales y particulares. Ana Legido es Lewis Carroll y Aubrey Beardsley. Es un paseo por Baden-Baden en 1900 y es un aparte en la representación de cualquier pieza de Oscar Wilde, que la hubiera amado, apasionadamente, de vivir la misma época. La pintora husmea en el desván de su memoria de ensueños, de vivencias imaginadas, y nos da escenas en que damiselas de historiados atuendos, blancos, azules y rosas, dialogan en un sofá de mimbre, como si descansaran en la pradera de un castillo cuya silueta se duplica en el curso del Loira. Todo en ella es deliberadamente intemporal. El grafismo es tan minucioso, que parece caligrafiado. La materia es precisa, como si estuviera bordada a mano. Rostros alargados o gordezuelos, criaturas de manos inacabables, juguetean con pañuelos de blonda y están esperando a Chejov, a Ibsen; tal vez al primer Benavente. Pintura con una gran carga literaria, extraña mezcla de realismo inexistente y de imaginación sin límites. Literatura infantil dicha gráficamente de la mano de una sabia, paciente, deliciosa artista que parece que habitó Bomarzo en los tiempos que evoca Manuel Mujica Láinez. Uno quisiera habitar esos mundos de blanda, impoluta felicidad deliberadamente simple, bobalicona, de cuando Alfonso XII, en la canción de la señorial Plaza de Oriente, iba en busca de Mercedes, a quien la tarde anterior no había visto. Prodigiosa Alicia-Ana, en un nuevo País de las Maravillas, mucho más, muchísimo más, que la atractiva torpeza ingenua de los «naif».
Bibliografía
PABLOS, F.: Plástica gallega, Caja de Ahorros Municipal de Vigo, Vigo, 1981.