MENCHU LAMAS

Emigra a Venezuela muy pequeña con sus padres y regresa con ocho años a Galicia. Estudia Diseño Gráfico en la Institución Artística de Enseñanza de Madrid. Comienza su trayectoria artística vinculada al Colectivo da Imaxe, junto a Carlos Berride, Antón Patiño —quién será su compañero de vida— y Jorge Agra. Debuta en una colectiva en la Plaza de la Princesa de Vigo en 1974. Tras la disolución del grupo, Patiño y Lamas se introducen en el grupo poético Rompente y en 1980 funda el grupo Atlántica con Patiño, Ánxel Huete, Guillerme Monroy y el crítico y coleccionista Román Pereiro. Con este grupo se sumerge durante tres años en una frenética actividad expositiva, y en el año 1982  expone por primera vez de forma individual en la Galería Buades de Madrid. Ha realizado múltiples exposiciones individuales en España, Europa y América; destaca su presencia en muestras significativas de los años ochenta como “26 pintores, 13 críticos” o el “II Salón de los 16”, ambas celebradas en Madrid, así como en la muestra neoyorquina “Five Spanish Artists” o la XVIII Bienal de Sao Paulo. Su obra forma parte de importantes colecciones como la del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, Museo Patio Herreriano de Valladolid, MNCARS, MACBA o la de La Caixa. En el año 2010 recibe el Premio Cultura Galega das Artes Plásticas y en 2018 ingresa en la Real Academia Gallega de Bellas Artes.

Menchu Lamas pertenece a una generación de artistas gallegos que, tras la dictadura e instaurado el estado de las autonomías, elabora un singular discurso plástico con referencias primitivistas al arte rupestre, el románico popular o las leyendas campesinas. De este modo, Lamas establecerá un diálogo entre esa tradición de raíz autóctona y la modernidad, así como entre lo abstracto y lo figurativo, con un cromatismo vivo y luminoso. Sus primeras pinturas son composiciones abstractas a partir de elementos cotidianos que le permiten estructurar diferentes franjas a modo de territorios cromáticos en expansión. Posteriormente camina hacia la figuración sin brusquedad, a través de una enigmática iconografía compuesta por animales —peces, gallos, serpientes…— o humanos, manos, círculos, lunas... Paulatinamente irá sometiendo su obra a una sintetización que dota a la superficie pictórica de un orden constructivo sobre el que se asientan elementos figurativos reducidos a la mínima expresión —siluetas, perfiles, contornos— y emplea el recurso conceptual de la sombra.

Tres obras pictóricas de la artista integran la Colección Afundación. Todas ellas poseen el característico formato de grandes dimensiones que le permite afrontar la obra con un “cuerpo a cuerpo” y al espectador sumergirse en el interior de las piezas. La más temprana, Abstracto (1985), representa a una fantástica criatura híbrida de rostro triangular y contrastado colorido que sostiene un cesto lleno de corpúsculos redondos, como semillas, que parecen caer sobre un campo arado compuesto a través de una serie de franjas horizontales de diferentes tonalidades ocres y marrones. La iconografía primitiva, el potente cromatismo y el juego de texturas de la pintura potencian el simbolismo de la pieza. En las dos obras restantes, fechadas en 1994, sendas retículas componen el fondo de los cuadros y sobre éstas Lamas dispone los elementos figurativos: un piano y un caballito de mar. Se aprecia el predominio del orden constructivo y la economía formal característica de esta etapa posterior, en la que destacan los juegos de ritmos, de superposición de planos y de silueta - sombra. Ambas son piezas de un marcado lirismo que evidencian esa componente “atlántica” de su pintura.