J. CARRERO

Una perfección impresionante, casi enfermiza o al menos, preocupadora, preside la obra de este artista extremeño, de justa fama, que cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes de Tenerife a partir de 1979 y los prosiguió en la de San Fernando de Madrid, tres años más tarde.

Ha realizado decoración escénica y ha ilustrado libros, entre ellos dos del poeta berciano González Guerrero.

Sus exposiciones se han sucedido por toda España. Cultiva también la escultura, que le ha proporcionado galardones, al igual que su pintura, en certámenes de toda la península, inclusive en alguno de carteles. Poseen obre suya el Museo Fujit de Tokio y los de Albacete, Santander, Badajoz, Postal de Madrid, así como numerosas instituciones públicas y privadas.

Jiménez Carrero es un hiperrealista emparentable con Eduardo Naranjo, lo que es sin duda excelente referencia. Su dominio total del oficio le permite alardes increíbles de apariencia casi táctil en sus bodegones, probablemente lo mejor de la obra de este artista. Azulejos con cenefas en relieve, ocasionalmente desconchados, reflejan cerámicas y frutas como espejos ideales. Las huellas de la cocina están en esas superficies esmaltadas, en las que se fija una instalación eléctrica y está la huella de perforaciones indelebles. Los objetos más humildes y domésticos se trascienden y cargan de misterio, como asomados a una ventana.