ROBERTO GONZÁLEZ DEL BLANCO

Leonés de nacimiento, reside en Santiago de Compostela desde que cuenta con dos años de edad al quedarse huérfano de padre. Realiza estudios de Bachillerato al mismo tiempo que asiste a clases de dibujo con Ángel Bar, Eugenio Villar, José Fenollera y Tito Vázquez como maestros. En 1905 se traslada a Madrid para estudiar Ciencias Exactas, abandona tras un año e inicia Medicina en Santiago; que continúa en Madrid a partir de 1911, y la compagina con su verdadera vocación con clases nocturnas en el Círculo de Bellas Artes y la formación en el taller de Ricardo Baroja. Su formación artística se verá complementada con una etapa como discípulo de Eduardo Chicharro en Ávila, y en 1930 viajará con una beca a Inglaterra y Francia para estudiar vidriera artística. En 1912, recién licenciado en Medicina en Santiago, se embarca en un viaje por Palestina y Egipto. Posteriormente visitará, y en ocasiones residirá, en lugares como Italia, Grecia, Turquía, Tánger, Cuba o Nueva York. A lo largo de su vida tiene una labor muy destacada como docente, pues imparte clases de Dibujo o Anatomía Pictórica en la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz, en la Escuela de Artes y Oficios, el Instituto Gelmírez y la Escuela de Trabajo de Santiago, y en la Escuela Superior de San Fernando en Madrid. En Santiago monta Jacobea, un taller de artesanía con Enrique Meyer, donde se realizaban trabajos artesanales de vidrieras, muebles y platería. Como pintor se da a conocer en 1909 en la Exposición Regional Gallega celebrada en Santiago, en la que obtiene la medalla de oro y a la que seguirán numerosas exposiciones en destacadas ciudades gallegas, Madrid, Venecia, París, Buenos Aires, La Habana y Montevideo. Se casa con Rosario Pereira y Miranda en 1929 y el inesperado fallecimiento de su hijo en 1958 causa un impacto devastador en el artista hasta su fallecimiento. Fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de A Coruña (1954). En 2015 el Museo do Pobo Galego le dedicó una retrospectiva con el título  O universo de Roberto González del Blanco, exposición que recogía la obra más importante de este autor, editándose un catálogo para la ocasión.

A nivel estilístico González del Blanco parte de una pintura arcaizante y se inspira en mundos exóticos como Grecia o la India a comienzos de la segunda década del siglo XX. Hacia 1925 suprime toda referencia arcaizante, exótica y ecléctica; su estilo evoluciona hacia un realismo costumbrista luminista —evoca a Sorolla y también se le ha vinculado con el naturalismo de finales del siglo XIX y principios del XX—. Destaca su enorme dominio del dibujo académico y un excelente oficio como pintor. La fidelidad documental era su propósito, sin concesiones a la creatividad, y en sus temas se evidencia su preferencia por representar la Galicia rural. Únicamente en la etapa de la guerra y posguerra representará una visión estilizada de la realidad en sus obras, en la línea de su primera etapa artística. A partir de 1952, en su etapa final, retorna al costumbrismo luminista. Además de la temática costumbrista abordó las naturalezas muertas y los retratos con extraordinario éxito.

En 2015 el Museo do Pobo Galego le dedican una gran retrospectiva bajo el titulo O universo de Roberto González del Blanco. La obra Foliada (1923), que forma parte de la Colección Afundación, se inscribe, más que en un realismo luminista, en un naturalismo en la línea de Chicharro y Sotomayor, en el que se refleja una influencia de la pintura florentina. La foliada, fiesta popular del medio rural, con las características gaitas y panderetas acompañadas de cante, aparece representada a través de tres figuras agrupadas que portan ropajes folclóricos típicos de variada textura y colorido.