CRISTINO MALLO

Nace en Tui, pronto se traslada a Avilés debido a la profesión de funcionario de aduanas de su padre, que obligará a la familia a cambiar de domicilio frecuentemente. En la ciudad asturiana inicia su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios —igual que su hermana, la genial pintora Maruja Mallo— y muestra interés por el modelado. En 1923 se traslada a Madrid, y continúa su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en la Escuela de Artes y Oficios, donde cuenta con profesores como Moreno Carbonero, Miquel Blay, Capuz o Mateo Inurria. En esta época frecuenta el Museo de Reproducciones Artísticas, así como los cementerios madrileños, en los que admiraba las esculturas de los panteones. Termina sus estudios en 1927 y comienza a ser un asiduo de las tertulias del Café Gijón o la Granja del Henar, donde entabla amistad con célebres personajes como Miguel Hernández, Dalí, Lorca o Cela. En 1929 recibe su primer encargo importante: una lápida conmemorativa para Manuel Ventura Figueroa —fundador del Hospital Real de Santiago de Compostela. En 1933 recibe el Premio Nacional de Escultura por su obra de mármol blanco Desnudo con pez, que hoy pertenece a la Colección del MNCARS de Madrid. Durante la Guerra Civil se alía con el bando republicano, que le lleva a pasar un periodo de ocho meses en la cárcel. Cabe destacar su labor docente en las escuelas de Artes y Oficios —primero en Salamanca, y, posteriormente, en Madrid, hasta su jubilación en 1972. En 1947 realiza su primera muestra individual en la Galería Estilo de Madrid, y, a lo largo de su trayectoria, su obra ha recorrido España y el resto del mundo. En 1973 es nombrado académico de número de la Escuela de BBAA de San Fernando y en 1983 obtiene la Medalla de Oro de Bellas Artes.

Artista que destaca principalmente en la escultura, también explora el dibujo y el collage. Su trabajo escultórico —lleno de dinamismo y vitalidad— se desarrolla dentro del ámbito figurativo, sin grandes estridencias y desde su humilde y silente existencia, con el foco puesto en la búsqueda de lo esencial; la sencillez convive con la grandeza, y destaca la sobriedad y la expresión de sentimientos íntimos; de todo aquello relacionado con lo cercano: gestos y signos propios del ser humano. Estilísticamente, se sitúa cercano a Maillol, Marini o Manzú, aunque incorpora algunas de las innovaciones formales de la escultura abstracta. Desde un principio, el bronce es su material predilecto, porque “permite una mayor espontaneidad y la conservación del primer impulso”, y hace un uso indistinto del relieve y el bulto redondo; predomina el formato reducido, aunque también realiza esculturas de grandes dimensiones para monumentos urbanos.

En la Colección Afundación hallamos una obra sobre papel y tres esculturas del autor, fechadas entre 1960 y 1970. La tinta sobre papel corresponde a los sugerentes y esquemáticos, más que descriptivos, estudios que realiza de la figura femenina en movimiento, que le sirven en ciertas ocasiones para sus esculturas. Las tres obras escultóricas son de formato pequeño y todas están realizadas en bronce; el tratamiento del material resulta fundamental, con superficies sin pulir que van tomando forma mediante un leve modelado. Son figuras que destacan por el movimiento sugerido e imaginado en el espacio, mediante posturas cotidianas y triviales. Las maternidades, junto con la figura femenina, resaltan especialmente en su corpus escultórico; son cuerpos robustos con generosas curvas y de una sencillez formal que le permite explicitar los sentimientos humanos con su característica sinceridad.