CARMEN FORMOSO

Emparentada con artistas, como su hermana —la también pintora María Formoso— o su cuñado pianista —Rafael Sebastiá—, la música y la poesía serán relevantes en su formación. Con una temprana vocación pictórica, participa con tan solo nueve años en una muestra colectiva, en la que gana el primer premio. Asiste a clases particulares de dibujo y acuarela en el estudio de la pintora Dolores Díaz Baliño, quien también ejercía como docente en la Escuela de Artes y Oficios y en el Instituto Femenino de A Coruña. Posteriormente, amplía su formación en Madrid, Londres y París. No obstante, siempre retorna a su tierra natal, pues su vínculo con Galicia es muy sólido; ella misma afirma que es donde se encuentra más a sí misma. A lo largo de su trayectoria, realiza exposiciones en Vigo y A Coruña, en ciudades españolas como León, Bilbao, Zaragoza, Madrid, Barcelona, Alicante o Málaga —en la exposición internacional Homenaje a Picasso, y a nivel internacional en París, Londres o Canadá. Muy involucrada en el panorama artístico de su ciudad natal, participa, entre otras muestras colectivas, en la conmemorativa del veinticinco aniversario de la creación de la Asociación de Artistas de A Coruña de 1960. Es galardonada con el premio Francisco Alcántara del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y su obra se encuentra representada en colecciones de museos y colecciones privadas españolas, así como en fondos de Europa (París, Londres, Bruselas, Ámsterdam o Lisboa) y América (México D.F., Washington, Nueva York, Boston, Buenos Aires, Venezuela o Canadá). Además de la pintura y el dibujo, ha explorado la ilustración en diversos libros.

Su creación artística está centrada casi de manera exclusiva en el paisaje, principalmente gallego, sin ningún rastro de presencia humana; en palabras del escritor F. Pillado: «Toda la gama de colores que ofrece la tierra galaica queda comprendida en las pinturas de Carmen Formoso». Para ello suele emplear el óleo, y de un modo especial el gouache, a través de una firme y ancha pincelada que dibuja y al mismo tiempo imprime color. Cultiva una pintura con ciertas dosis de abstracción, que de alguna manera puede vincularse con los modos fauve templados, predominando las tonalidades neutras, con toques de azules, carmines o amarillos, definida por una combinación de cohesión y ordenación, y por el lirismo y la emotividad, siempre presentes.

En la obra pictórica Montes Quemados (1975), que forma parte de la Colección Afundación, se sirve de su característica pincelada gestual para representar con su personal visión el desolado y sombrío paisaje de un monte quemado, mediante un cromatismo predominantemente de rojos, marrones, negros y blancos. Se trata de una obra que trasciende lo pictórico y abarca el terreno sociológico para defender el cuidado de la naturaleza y castigar la destrucción del paisaje, algo tristemente habitual en tierras gallegas.