MARÍA XOSÉ DÍAZ

Artista multifacética, puesto que es pintora, escultora y, más aún, creadora de objetos plásticos que participan de ambas expresiones y sus diversas posibilidades, ya que a ellos incorpora lo más insólito, desde fibras y plásticos hasta materiales de desecho, que en su tarea cobran una nueva realidad y sugieren mundos inéditos, aunque sean identificables y específicos. Cursó la carrera de Bellas Artes en Barcelona. Su inicial exposición data de 1980, en San Cugat, Barcelona. Posteriormente lo hizo en Compostela, Vilagarcía, Madrid, Vigo, Ferrol y A Coruña. Una muestra notable fue la realizada en 1997 en Pontevedra, puesto que constituyó un panorama de su universo plástico, aparentemente reiterado y sin embargo, con infinitas variaciones. Colectivamente, su obra ha podido ser contemplada en numerosas ciudades de toda España, entre ellas la segunda Bienal de Artistas Galegas, de 1990, en Vigo, Nuevos Valores de la Expo de Sevilla, en 1992, y la tercera Mostra Unión Fenosa, en A Coruña. Está representada en el Museo de Cerámica de Barcelona, Xunta de Galicia, Auditorio de Galicia, en Compostela y otras colecciones institucionales. El arte de María Xosé Díaz es emotivo, hondo, pero no espectacular. Sus objetos se muestran en gamas neutras, a partir de juegos constantes con la geometría, sea plana o espacial, de manera que polígonos y poliedros reciben elementos complementarios o se inscriben en superficies ideales. Mínimas referencias, sugeridas, conforman ajedrezados o semejan fanales en los que líneas ascendentes constituyen toda referencia. La materia transparente se pliega, se arista, como en juegos de papiroflexia, o sugiere fosilizaciones vegetales, vaguedades intangibles, abigarramientos a modo de texturas graníticas, tejidos de alusión popular, celosías entrevistas. Expresiones, en fin, eminentemente abstractivas, con evidente parentesco en la espiritualidad oriental, que esta artista debe conocer y amar, y sobre la que ha reflexionado largamente. Plástica del silencio, de la entonación asordada, de lo común y despreciable perpetuado por la gracia, la magia de una mente por completo creadora. Todo es concreto y, no obstante, en nada se refiere a lo habitual y cotidiano, porque lo utilizado se transforma, renace y se renueva. El espectador contempla expresiones de una simplicidad absoluta a las que la artista carga de espiritualidad, de manera que inviten a la recreación desde la sugerencia. Cada pieza de María Xosé Díaz es lo que es y lo que obliga a suponer, a pensar, a meditar qué es. Y nunca hay un elemento estrictamente icónico. Podría así suponerse que es limitada, cuando en verdad es variadísima, con la belleza inmensa de la música de violoncello, que acaricia la mente tanto más que el oído. Uno de los valores jóvenes de la plástica gallega más personales, innovadores, capaz de absorber mil tendencias y hacerlas suyas, porque al fin su arrolladora personalidad de artista se impone. Es la poética inefable de lo infinitamente secundario.