DARÍO VILLALBA

Nacido en el seno de una cosmopolita familia aficionada al arte, pronto se traslada a Filadelfia debido a la carrera diplomática de su padre; allí descubre el patinaje sobre hielo en el que alcanzará grandes logros durante su juventud. De regreso a España, inicia estudios de Derecho y Filosofía y Letras en Madrid a comienzo de los cincuenta, que pronto abandona para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y asimismo asistir a los talleres de dibujo del Círculo de Bellas Artes. En 1957 realiza su primera exposición en la Galería Alfil de la capital española, y un año después pinta durante unos meses en el taller del artista André Lhote en París. Asimismo, recibe una beca en 1962 para estudiar en el Departamento de Plástica de la Universidad de Harvard; realiza exposiciones en Estados Unidos. Hacia finales de los sesenta, durante sus repetidas estancias en Londres, toma contacto con la fotografía urbana. A lo largo de su trayectoria ha participado en multitud de exposiciones individuales y también en importantes colectivas, certámenes y bienales a nivel internacional, entre las que cabe destacar la XXXV Bienal de Venecia (1970), VII Bienal de París (1971), XII Bienal de São Paulo (1973) ─en la que obtiene el Premio Internacional de Pintura y que supone su consagración─, XIII Bienal de Arte Gráfico de Liubliana (Yugoslavia, 1979), y en 2017 es seleccionado por la comisaria Emma Lavigne para participar en la XIV Biennale de Lyon. Premio Nacional de Artes Plásticas (1983), miembro numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Medalla al Mérito en las Bellas Artes (2002), su obra figura en las más prestigiosas colecciones españolas e internacionales como la del MNCARS, IVAM, Fundación Juan March, Artium, Nasjonalmuseet de Oslo, Metropolitan Museum o la del Guggenheim de Nueva York.  

Está considerado uno de los más relevantes artistas de finales del siglo XX, y pionero, junto a Polke y Richter, en el empleo de la imagen fotográfica como materia pictórica ─y viceversa─, pues afirma: «En mi obra la pintura es fotografía y la fotografía es pintura». Su condición de visionario, y su espíritu anárquico y rebelde, le llevan a alejarse del informalismo precedente, así como del arte conceptual y el pop art, cuyo contenido consideraba vacuo, para desarrollar una personalísima poética, en la que las imágenes fotográficas actúan como soporte de una pintura gestual, expresionista, que en ocasiones combina con el collage, y con una temática existencial centrada en la muerte, el dolor, la enfermedad, el sexo, el exceso o el sufrimiento, que surge de sus intereses metafísicos. Asegura utilizar la fotografía «para alcanzar el alma en mis obras pictóricas, al hombre, al ser humano, a veces en sus estados más marginales, otras en los estados más heroicos o místicos». Es en 1968 cuando incorpora por primera vez la técnica fotográfica a su trabajo en el proyecto Figuras encapsuladas ─en cápsulas de metacrilato─, del que forma parte la serie Encapsulados rosas, que le reporta su primer gran éxito internacional y que Andy Warhol calificó como pop soul. 

En la intimista obra del singular creador vasco, BLANCO P-84, que figura en la Colección Afundación, se adivina una imagen fotográfica ─emplea imágenes realizadas por él mismo u obtenidas de archivos o publicaciones─ que descontextualiza, descompone, reestructura, fragmenta... y que interviene con pintura, de tal modo que la expresiva, violenta y dramática composición resultante remite a un collage, que apela a nuestras emociones, con los característicos negros, grises y blancos marfiles ─dominantes en su producción─ dentro de una gama cromática en la que también se sirve de rosas, azules y ocres.