CRISTÓBAL TORAL

Pocos días después de haber nacido, su humilde familia se traslada a Antequera. Hasta los diecinueve años vive en una choza en el campo, donde trabaja junto a su padre y no recibe formación oficial alguna. Aconsejado por unos cazadores que descubren sus dibujos, su padre decide enviarlo a la Escuela de Artes y Oficios para cursar estudios nocturnos, que compagina con sus labores en el campo. Posteriormente, recibe una beca para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, y a los tres años, decide proseguir la carrera en la Escuela de San Fernando de Madrid; se gradúa en 1964 con el Premio Nacional de Fin de Carrera. Durante esta etapa formativa, obtiene asimismo la medalla de oro de Paisaje de El Paular. En 1965 le conceden una beca del Ministerio de Educación y Ciencia para preparar una cátedra en la Escuela de Bellas Artes, donde ejercerá como docente auxiliar durante tres años. Realiza su primera muestra individual en el diario Pueblo de Madrid en 1966. En 1968, recibe una beca de la Fundación March para ampliar estudios en pintura e ilustración en España, y un año después es becado por la misma fundación para completar su formación en Estados Unidos; se establece en Nueva York, donde realiza su primera individual en la Galería Staempfli. En 1975 participa en la XIII Bienal de Sao Paulo y gana el primer premio de crítica y público, y en 1977 en la XXIII en la Bienal Internacional de «Fiorino» (Florencia), donde obtiene la medalla de oro; a partir de este momento su proyección internacional resulta imparable, pues se sucederán exposiciones en París, Hamburgo, Nueva York, Florencia, Belgrado, Budapest, México, Bogotá, Buenos Aires o Lima, y en las principales ciudades españolas, así como ferias como ARCO o FIAC. Entre sus innumerables reconocimientos, cabe destacar la distinción de Académico de Honor de la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, la Medalla de Oro de Andalucía y el Premio de Cultura en Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid. Su obra figura en prestigiosas colecciones a nivel mundial.  

Considerado uno de los grandes representantes del realismo mágico español ─aunque él prefiere «hablar de figuración antes que de realismo»─, sostiene que su idea del arte está cimentada sobre tres pilares: el arte del pasado ─admira a Velázquez─, el arte de la modernidad ─Cézanne, Mondrian, Rothko o Picasso─ y la realidad, pues afirma: «la realidad con todas sus luces y sus sombras es para mí la base fundamental». Parte en su obra de los «clásicos» para llegar a «la más absoluta modernidad»; no duda en asegurar: «La vanguardia soy yo». Cultiva la ilustración, pintura mural, escultura, grabado, instalación, y especialmente el dibujo y la pintura. Su poética obra llena de misterio posee un componente de denuncia social en temáticas que surgen de nuestra condición de nómadas: los viajes, las migraciones, la soledad o el abandono, que simboliza a través de un elemento recurrente como es la maleta. Los desnudos femeninos y los bodegones son asimismo temas recurrentes en su imaginario. 

En la obra gráfica Composición con frutas que figura en la Colección Afundación, representa un bodegón lleno de simbolismo con un espíritu heterodoxo, de manera que rompe con el patrón clásico establecido en este género, y dispone una gran variedad de frutas ─entre las que se encuentran sus características manzanas─ y una serie de útiles como cuchillos, flotando en el espacio ─por el que muestra un particular interés─ con algunos elementos destacados a través de vivos colores sobre otros que se muestran silueteadas en negro, en un neutro y misterioso escenario.