CIRIA

Hijo de padres españoles, José Manuel Ciria reside en Inglaterra hasta que cuenta con ocho años; momento en que regresa a Madrid junto a su familia. Muestra una temprana facilidad para el dibujo y la pintura, y tras asistir a clases en varias escuelas y en los talleres del Círculo de Bellas Artes, se matricula con diecisiete años en la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Abandona los estudios en segundo curso y decide continuar su formación de manera autodidacta. Realiza su primera exposición individual en la galería La Ferrière de París en 1984; desde entonces inicia una trayectoria caracterizada por una destacada proyección internacional con numerosas exposiciones individuales en países como Israel, Rusia, Polonia, México, Suiza, Argentina o Chile. En 1994 obtiene la beca de París del Ministerio de Cultura y un año después la beca de Roma otorgada por el Ministerio de Asuntos Exteriores. En el año 2001 el Ministerio de Cultura y Ciencia de Israel le concede una beca para realizar dos exposiciones en museos de Tel Aviv. Ha sido galardonado con numerosos premios entre los que destacan el primer premio jurado internacional en la II Trienal Internacional de Arte Gráfico de El Cairo (1994), el primer premio en el Premio Nacional de Grabado del Museo del Grabado Español Contemporáneo (2002) y el premio especial del jurado en los Premios New York Summit (2018). Su obra se encuentra representada en destacadas colecciones de espacios de arte e instituciones a escala mundial.

Su primera etapa pictórica se ve marcada por el empleo de una figuración de carácter expresionista, tras la cual, a comienzos de los noventa, evoluciona hacia un lenguaje abstracto en el que establece un diálogo entre mancha y geometría. Su interés por la diversidad de los registros iconográficos, así como su afán investigador en cuanto a materiales y soportes, caracterizan su obra, organizada en numerosas series y cuyos principales temas giran en torno al tiempo y la memoria. En 2005 comienza una nueva etapa en Nueva York que supone un punto de inflexión en su producción, de enfriamiento pictórico, mediante una vuelta al dibujo y la línea como estructura compositiva y el empleo de una iconografía ambigua entre lo figurativo y lo abstracto. En su obra más reciente recupera e intensifica los dos extremos de su vocabulario abstracto, pues la mancha se vuelve más libre, intensa y dramática, y la geometría del fondo intensifica su precisión compositiva. En la actualidad vive a caballo entre Madrid y Londres.

En la Colección Afundación figura una obra pictórica del artista. La pieza pertenece a la serie Gilgamesh (2005), en la que Ciria realiza una revisión de la Epopeya de Gilgamesh, escrita en tablillas de arcilla con una escritura cuneiforme hacia los años 2500-2000 a. C. —es la obra épica más antigua conocida—. Esta serie se considera el epílogo de su etapa anterior a la neoyorquina. Una constante a lo largo de su trayectoria es el cuestionamiento que plantea acerca de la frontera entre lo abstracto y lo figurativo. De este modo, en formatos de enormes dimensiones el artista adapta sus manchas abstractas a diferentes momentos descritos en el relato de tal manera que consigue que veamos su abstracción con otros ojos, y fuerza al espectador a realizar una lectura figurativa donde sólo existe lo abstracto. La mezcla de ambas vías configura una tensión dinámica unida a la constante contraposición entre lo gestual y lo geométrico. Esa dualidad inherente a Ciria la encontramos también en los fuertes contrastes de su paleta cromática, pues destaca su característico color rojo entre diferentes tonalidades neutras.