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La obra está realizada en su primera etapa de Barcelona, antes de ir a Atenas, cuando comenzó a exponer en la Galería Matisse. Mantiene en la composición ese diálogo, tan representativo de sus creaciones, entre la figura y la sombra, a la que reivindica como algo tan físico y real como la propia figura. Es un diálogo intimo, que tiene lugar en un interior. La sombra se adelanta y se coloca casi en el borde de la tela, transformándose en la principal protagonista del cuadro, ordenado con una enérgica articulación de formas sintéticas, llenas de movimiento, con gama de ocres, sienas, negros y verdosos. Atrás se quedan ya los grises de cuando pintaba en Leiro.
Reproducciones
"Colección Caixavigo". Tomo 4, página 328.